Se confirmó la gesta. Por primera vez desde la restauración democrática, un partido no nacionalista periférico se convierte en la primera fuerza en Cataluña en votos y escaños. Tal y como recogieron los sondeos de las últimas semanas, la lista de Inés Arrimadas concentró buena parte del voto útil del electorado crítico con el Procés y sus consecuencias políticas, catapultando a C’s de 25 a 37 diputados en un Parlament que, sin embargo, seguirá controlado por los independentistas, que sólo se dejan dos diputados respecto a las elecciones de 2015. Ésta es la foto fija que arrojaron las urnas este jueves.
Con un 81.94% de participación, C’s se convirtió en la fuerza más votada con 1.102.099 votos, el 25.77% de los votos, lo que supone 366.000 votos más que se traducen en +7.8 puntos respecto a 2015. La lista de Inés Arrimadas pasa de 25 a 37 diputados, aunque en principio tiene pocas posibilidades de convertirse en la próxima presidenta de la Generalitat.
Tal y como apuntaban los sondeos sobre intención de voto y el olfato, Junts per Catalunya (JxCat) proyectó una fortaleza mucho mayor de lo esperado. A pesar de que muchos daban por desahuciado al partido tras la estrategia de Carles Puigdemont de internacionalizar el conflicto con su estancia indefinida en Bruselas, el partido ha hecho una campaña aceptable con un grupo de líderes en el segundo nivel que han ido comiendo terreno a ERC, que ha protagonizado una campaña desastrosa. Los resultados se tradujeron en las urnas situándole como segunda opción política con 940.000 votos y el 21.65% de la representación, que se traduce en 34 diputados.
ERC, que lo tenía todo hace un mes para ser la primera fuerza política en Cataluña, finalmente cae a la tercera plaza con el 21.39% de los votos y 32 diputados. ERC logró 929.000 votos que, sumados a los de JxC, suma 1.870.000 votos, 242.000 más de los obtenidos hace dos años, lo que abre la hipótesis de qué hubiera ocurrido si al final ERC y JxCat hubieran revalidado coalición electoral también en estos comicios. En la práctica, la suma de ambos supone el 43.04% de la representación, +3.54 puntos, y pasar de 62 a 66 diputados en el próximo Parlament, a dos de la mayoría absoluta, a la espera de la CUP, que se hunde.
En los trackings previos a las elecciones se recogían dos escenarios contradictorios: Uno hablaba de que la CUP podría estar recibiendo una parte del voto independentista de izquierda que se estaría yendo de ERC y otro flujo de ex votantes de los comunes. El otro asumía el hundimiento de la CUP con la apelación al voto útil, que sería el que estaría alimentando las expectativas de JxCat y, en un segundo término, de ERC. El 21D confirmó este segundo escenario: La CUP pierde casi 156.000 votos y 6 de los 10 diputados que logró hace dos años, por lo que se queda sin grupo parlamentario. Se queda en el 4.45% de los votos, prácticamente la mitad de lo obtenido entonces, y su poder se concentra en Barcelona, donde logra 3 de sus 4 diputados. Sus votos, sin embargo, contribuyen a la suma de 70 diputados, por lo que todo estaría listo para revalidar un Gobierno independentista de nuevo, veremos en qué condiciones.
En el bloque constitucionalista, ha ocurrido algo parecido con un matiz importante con consecuencias de cara al futuro: No existen dos fuerzas que compitan de manera similar por liderar dicho bloque como ocurre con JxCat y ERC. C’s se postula como líder indiscutible del constitucionalismo con 1.1 millones de votos, el 25.37% del electorado y 37 diputados. El siguiente en la lista sería el PSC, que apenas gana un diputado con 603.000 votos, 90.000 más que hace dos años, que dejan una sensación agridulce ante las expectativas creadas por un candidato como Miquel Iceta, que no genera rechazo personal en una campaña muy emocional y emotiva por la excepcionalidad que hemos ido glosando durante estos meses.
El éxito de C’s se asienta sobre la imposibilidad de los socialistas de convertirse en alternativa (de nuevo) y tiene un claro damnificado: El PP se hunde totalmente y pasa de 11 a 3 diputados. Tal y como recogían todos los sondeos que recogían transferencias de votos, la lista de García Albiol, que podría dimitir este mismo viernes, pierde 165.000 votos y 4.2 puntos de representación, e, igual que la CUP, centra su influencia en Barcelona. Con estos resultados, el bloque constitucionalista avanza respecto a las últimas elecciones autonómicas y pasa de 52 a 57 diputados con el 43.49% de los votos (+4.38 puntos) que, en principio, no supondrán un cambio en el signo político del próximo Govern.
En este contexto, falta por analizar los resultados de Catalunya en Comú, que se mantiene en lo que apuntaban los sondeos hace unos días: Los comunes pasan de 11 a 8 escaños con 323.700 votos y se dejan 44.000 respecto a hace dos años. Un resultado más que digno, pese a todo, si se tiene en cuenta que hace 2-3 semanas hubo previsiones de hundimiento total. Si tenemos en cuenta, además, que desde Podemos en Madrid no se ha ayudado especialmente a hacer más atractiva la candidatura de Xavier Domènech, se entienden perfectamente unos resultados electorales que tienen una lectura clara.
C’s, primera fuerza en las provincias más pobladas
Las urnas volvieron a arrojar el escenario que llevamos viendo desde la fragmentación política resultado de la crisis política que cristalizó en España durante los años de la crisis financiera: Los partidos tradicionales vuelven a ser las opciones preferidas en las circunscripciones menos pobladas, mientras que los nuevos partidos se impulsan en las circunscripciones con más votantes. El 21D lo volvimos a ver en Cataluña, donde JxCat fue la primera fuerza en Girona y Lleida mientras que C’s se postuló como la opción preferida en Barcelona y Tarragona.
En Barcelona, C’s fue primera fuerza con 24 diputados, 7 más que hace dos años y que se pueden explicar por la pérdida de apoyo del PP (que pasa de 8 a 3) y, quizás, de los movimientos entre los comunes y el PSC: CeC se deja 2 escaños y el PSC suma 1. Mientras, en el bloque independentista, ERC le ganó la partida a JxCat con 18 diputados mientras que la lista de la antigua Convergència se quedó en 17. Ambos sumaron 35 diputados, 3 más de lo que logró JxS hace dos años, un avance que se explica por la caída de la CUP, que se deja 4 diputados en la circunscripción más poblada de Cataluña.
C’s fue la primera opción en los ocho municipios más poblados de Cataluña (todos en Barcelona), lo que explica, por sí mismo, el éxito electoral de Inés Arrimadas, que sustityó al PSC y a JxS en la mayoría de estos municipios, con mención especial al desplome del PP en Badolona, municipio fundamental en la carrera política de García Albiol.
- En Barcelona, obtuvo el 23.54% de los votos (+5.83 respecto a 2015), con ERC en el 20.92%.
- En Badalona, C’s obtuvo el 31.04% de los votos y ERC el 18.17%. Hace dos años, JxS obtenía el 24.15% de los apoyos y JxS el 24.15%.
- En Terrasa, C’s consigue el 29.77% de los votos (+6.94 puntos respecto a 2015) y ERC el 20.08% (JxS logró el 32.82% hace dos años).
- En Sabadell, la lista de Arrimadas consiguió el 28.07% de los apoyos (+7.45 puntos) y ERC el 20.18 % del 33.73% que logró JxS.
- En Mataró, C’s consigue el 30.46% de los apoyos (+9.07 puntos) con ERC en segundo lugar con el 19.90% (JxS logró el 35.15% de los votos).
- En Santa Coloma de Gramanet, C’s sumó el 34.47% de los votos, +10.98 puntos, desplazando al PSC como primera fuerza (23.75%, -1.4 puntos).
- Por último, en Cornellá de Llobregat, C’s consiguió el 33.43% de los votos, +9.78 puntos respecto a 2015, con el PSC en el 24.68%, con un resultado prácticamente idéntico al de las anteriores elecciones.
En Tarragona,C’s fue la primera opción con 6 diputados, 2 más que hace dos años, asientos que pierden el PP (transferencia directa a C’s) y la CUP (transferencia indirecta). Los comunes amarran el asiento logrado en 2015 y el PSC conserva los dos que tenía. En el caso del independentismo, ERC fue la primera opción con 5 escaños frente a los 4 de JxCat. Ambos igualaron el resultado de JxS.
En las provincias del interior, los datos son diferentes y explican nuestro argumento inicial. Girona volvió a ser el feudo de JxCat, que se hizo con 7 diputados, mientras que ERC logró 4 asientos, los mismos que también sumó C’s. ERC y JxCat mantuvieron los escaños que consiguió JxS hace dos años, mientras que C’s duplicó su representación. El PSC mantuvo su escaño, mientras que los comunes se dejaron el diputado conseguido en 2015.
En Lleida, JxCat logró 6 escaños y ERC 5, confirmándose la pérdida de un acta respecto a 2015. El PSC mantuvo su resultado (1 diputado) y C’s sumó otro a los dos que tenía ya. Tanto PP como la CUP perdieron su representación.
Fractura social al 50%
Las elecciones del 21 de diciembre pretendían ser la plataforma de aterrizaje del Procés y de la deriva a la que llegamos tras la intervención de facto de la Generalitat en septiembre y legal con la aplicación del art. 155 de la CE. La convocatoria electoral que realizó Mariano Rajoy constituía la penúltima oportunidad de reconducir una situación excepcional, con la mitad de los consellers de la Generalitat encarcelados por la organización del referéndum del 1 de octubre y los preparativos para la independencia de Cataluña. Hoy siguen en prisión provisional Oriol Junqueras y Joaquim Forn, conseller de Interior, mientras que una parte del Govern permanece en Bruselas.
En los grandes números, las urnas no plantearon un seísmo importante más allá de constatar la fragmentación parlamentaria y la necesidad de buscar acuerdos entre diferentes formaciones en aras de cierta estabilidad. Así, se mantienen los bloques ideológicos según el eje nacionalista con avances del constitucionalismo, a la espera, como siempre, de la posición final de los comunes. En cualquier caso, el independentismo obtiene la mayoría absoluta y puede volver a revalidar un gobierno que continúe la vía abierta por el Procés, con los avisos que han ido llegando desde Madrid a propósito de seguir aplicando el art. 155 de la CE si no se avienen a respetar la legalidad constitucional. También plantea una pugna clara entre ERC y JxCat por el liderazgo del independentismo, un escenario al que se llega con evidentes fricciones entre los dirigentes de ambos partidos, tal y como hemos visto en el tramo final de la campaña.
Si nos vamos al detalle, los resultados electorales suponen un terremoto político en toda regla, con consecuencias en Cataluña y también en el resto del país. La primera, la más evidente: El independentismo no ha arrasado y eso constituye el primer aviso de las posibilidades, a muy corto plazo, de continuar con el proceso abierto en 2012. Por su parte, el constitucionalismo avanza poco a poco pero, en estos momentos, tampoco logra unos resultados que les permita plantear un escenario diferente a la de la negociación para reconducir un conflicto político más cívico que revolucionario. A pesar de los rumores sobre manipulaciones de censo o escrutinio, el proceso electoral ha vuelto a celebrarse sin grandes incidentes.
En cuanto a los resultados, como hemos señalado durante meses en los análisis de los sondeos sobre intención de voto, se han confirmado las transferencias de voto entre los distintos bloques en función del eje independencia/no independencia, con un flujo mucho más leve del eje izquierda/derecha combinado con el nacionalista . Eso es lo que explica que las dos fuerzas que en 2015 confluyeron en la coalición Junts pel si ganen apoyo respecto a hace dos años (242.000 votos más) que llegan, previsiblemente, en su mayoría de los 156.000 que se deja la CUP, con opciones de que al final arañaran parte del voto de los comunes que en 2015 votó por Catalunya Si que es Pot (CSQEP).
En cualquier caso, los resultados plantean la victoria del voto útil en los dos bloques, mucho más evidente en el bloque constitucionalista: C’s, una formación que irrumpió en la política en 2006 con 3 diputados, ha sido capaz de vender la idea de que era el partido que se necesitaba en estos momentos frente a un PSC y un PP con hipotecas con el pasado. El mensaje ha funcionado claramente respecto al electorado del PP, un partido que se convierte en irrelevante en el próximo Parlament, pero también con la idea del PSC como partido necesario para plantear precisamente el aterrizaje del Procés. Algo que puede terminar llegando, de todas las maneras, en los próximos meses si se consolida la idea de que Cataluña no cuenta todavía con la mayoría suficiente que quiera el desenganche de España.
Sería conveniente que, antes de aplicar la brocha gorda en el análisis y las futuras estrategias políticas, se tenga en cuenta el detalle: A pesar de cierto freno en el apoyo al independentismo, estamos ante un problema que, como veninos diciendo desde 2012, habrá que abordar en algún momento. Más allá de consideraciones, con una participación de casi el 82% más de 2 millones de votantes se han pronunciado claramente a favor de la independencia frente al 1.9 que se posiciona contra la independencia (2.2 millones de sumamos a los comunes). Estamos, pues, ante una fractura social que se acerca al 50% que, además, no tiene pinta de corregirse a corto plazo.
Rajoy tenía un problema y ahora tiene dos
Este análisis de la realidad confirma que, a pesar de lo ocurrido desde el pasado verano o en los últimos años, si queremos prolongar el análisis más allá del marco temporal, el Estado no ha logrado meter en vereda a los catalanes partidarios de la independencia. A pesar de que una parte comparte la idea de que era necesario adoptar medidas desde Madrid ante lo que venía sucediendo en Cataluña, como se percibe en el 1.1 millones de votos logrados por C’s, una parte importantísima de la sociedad catalana se muestra crítica a lo ocurrido: Eso explica el batacazo del PP y, en cierta medida, el fracaso del PSC y de los comunes, que han visto cómo sus tesis de terceras vías o de diálogo y reconciliación no han sido escuchadas o creídas.
De esta manera, los resultados tienen una lectura dentro de Cataluña pero también fuera. La más evidente, la cristalización de un problema muy serio para Mariano Rajoy, cuyo Gobierno depende parlamentariamente de C’s en Madrid. El PP catalán se convierte en un partido irrelevante y este escenario, por sí mismo, no sería negativo para los intereses populares en el resto del país porque Cataluña podría convertirse en el mantra con el que agitar el voto centralista en el resto del país aprovechando la irrupción del sentimiento patriótico español, cuando no claramente nacionalista.
Sin embargo, Génova se encuentra ante un problema del que hemos venido avisando durante los últimos meses: La posición de fuerza exhibida con Cataluña, percibida entre sus votantes como tardía o timorata, estaba beneficiando a C’s en todo el país, hasta el punto de colocarse a la par que el PSOE y cerca del PP por las caídas en las expectativas de voto registradas. C’s, que carece de hipotecas políticas y que se puede permitir el lujo de exhibir un discurso patriótico sin matices, se proyecta ahora como un problema directo para el PP, que está viendo que, por primera vez desde la Transición política, tiene competencia en el centroderecha en función de cómo C’s articule el discurso. En un contexto en el que Cataluña lo ha ocupado todo, C’s puede incentivar las posiciones que entran más en comptencia con el PP respecto al modelo de Estado, a la espera de modular un discurso más social cuando llegue el momento.
Así, Cataluña constituye la primera amenaza seria para el PP pero también los primeros avisos para el PSOE. A pesar de que los sondeos sobre intención de voto sitúan a los socialistas en ascenso, los resultados electorales confirman que esa proyección ascendente puede ser por demérito del resto de sus competidores. Es un hecho que Ferraz considera que es acertado esconder a Pedro Sánchez a la espera de que Podemos termine de abrasarse en su propia salsa. Cataluña constituye el primer aviso de que esa estrategia, aunque legítima, puede tener consecuencias indeseadas a corto y medio plazo: El PSOE (el PSC en Cataluña) no son alternativa para nada y quizás sólo le quede reptar por su suelo electoral, cruzando los dedos para que sus adversariso, en este caso C’s, no dé con la clave que vuelva a activar una nueva fuga de votos, esta vez hacia el centro.
Los resultados de los comunes permiten extraer lecciones parecidas. Es un hecho que Unidos Podemos no pasa por su mejor momento en estos momentos y lo ocurrido en el Ayuntamiento de Madrid lo pone en evidencia. Cataluña, que pasaba por ser uno de los puntales del cambio político y del relevo del PSOE en 2015, ha confirmado que también puede ser la tumba de sus aspiraciones políticas, que pasan de «asaltar los cielos» a fijar estrategias que no les suponga la pérdida masiva de votos en el resto del país. En cualquier caso, los comunes tampoco se postulan en este momento como solución al problema catalán, aunque sí podrían contribuir, en unos meses, al aterrizaje del Procés del que venimos hablando desde septiembre.
Tras los comicios y el parón navideño, en enero se reactivarán las negociaciones para acordar un modelo de financiación más acorde con lo que demandan las CCAA, algunas de ellas, gobernadas por el PP, muy críticas con los planes del Gobierno central. Es muy posible que los resultados en Cataluña influyan directamente en esas negociaciones, sobre todo si C’s decide aprovechar su momento y empujar a Rajoy hacia un adelanto electoral que, en estos momentos, beneficiaría a su lista en perjuicio claro del PP.
En ese contexto, Génova dependería de la buena voluntad del PSOE para mantener parlamentariamente un gobierno en minoría cuando faltan dos años y medio para acabar la legislatura a cambio de esa reforma de la Constitución que Ferraz viene demandando para reconducir el problema catalán (entre otros). Por lo tanto, Cataluña podría suponer el inicio de un infierno parlamentario para el Gobierno de Rajoy y, por primera vez desde la Transición, la ampliación de la competición ideológica de los ejes izquierda y derecha también en el bloque del centroderecha.
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