Una legislatura fallida

Durante la legislatura 2011-2015 avistamos un cambio en el sistema político desde un bipartidismo imperfecto, en torno a PP y PSOE, a una fragmentación entre bloques ideológicos que se consumó en la pugna entre Unidos Podemos y el PSOE y que, según apuntan todas las tendencias demoscópicas, será una realidad también en la batalla particular que mantienen PP y Ciudadanos.

El fiasco para investir a un presidente del Gobierno tras las elecciones de diciembre 2015 y las dificultades para conseguirlo después de los comicios generales de 2016 apuntaron indicios de lo que sería una legislatura: Un Gobierno de un solo color que a menudo actúa como si aún tuviera mayoría absoluta parlamentaria, como se ha visto en la designación de Luis de Guindos como el candidato español al BCE a pesar de las sombras,  y unas fuerzas políticas en la oposición incapaces de ponerse de acuerdo para obligar al Ejecutivo a ir por una senda parlamentaria concreta.

La consecuencia directa de la situación es una parálisis legislativa y política, que tiene en  Cataluña su epicentro pero que se extiende a todos los niveles de gobierno. Ante la incertidumbre, Rajoy ha hecho de Rajoy y ya ha avisado de que no piensa adelantar las elecciones. Su Gobierno se ha mostrado dispuesto a llegar a 2019 con los PGE prorrogados ante la dificultad de lograr apoyo parlamentario para sacar adelante las cuentas públicas; si tenemos en cuenta que lo que sustenta a un Gobierno son precisamente sus Presupuestos, la iniciativa del PP es bastante más peligrosa de lo que parece a priori.

El laberinto catalán

Dos meses después de las elecciones autonómicas en Cataluña, la vida sigue igual.  A  pesar del mensaje de Génova de salir del «avispero catalán», denominación que ya usan periodistas cercanos al PP, el Ejecutivo parece empeñado en empantanar aún más una situación que  no le favorece y que es la que explica el auge de C’s en todos los sondeos sobre intención de voto: «El rédito es ahora para Ciudadanos en la medida que es capaz de vincular el rechazo a la Catalunya nacional con un proyecto de renovación», escribía hace unos días Enric Juliana en La Vanguardia

Por primera vez desde la restauración democrática, agitar el avispero catalán no repercute en votos para el PP en el resto del territorio español y eso explica el despiste de Moncloa y Génova. Un día reclaman al Parlament que salga de su bloqueo para nombrar un presidente de la Generalitat (se entiende que diferente a Carles Puigdemont) que permita desactivar el art. 155 de la CE y devolver a las instituciones catalana a la normalidad autonómica y otro filtran la posibilidad de tocar la política de inmersión lingüistica en Cataluña, una reivindicación que no goza de demasiado apoyo en la comunidad educativa en general.

Lo cierto es que, a grandes rasgos, el Gobierno ha conseguido paralizar las expectativas del independentismo, sumido en sus propias contradicciones entre Junts per Catalunya y ERC y del PdeCat, de manera que sus protagonistas institucionales asumen más o menos en público que hoy no es posible conseguir la independencia de Cataluña. En la práctica, eso supone volver a la senda autonómica poco a poco, quizás con Elsa Artadi como presidenta,  aunque no el abandono de un proyecto que ha evidenciado una ruptura emocional de al menos dos millones de catalanas con el modelo español, y viceversa.

El «a por ellos» es hoy es una constante en cualquier conversación que mencione la crisis catalana fuera de Cataluña, un escenario que todavía puede ir a peor si se enquista la opción Puigdemont y que podría derivar en una nueva convocatoria de elecciones autonómicas, con prolongación de la intervención de Madrid incluida.

Viñeta de Fontdevilla publicada en eldiario.es

La exportación del modelo Tabarnia

Es la primera vez que en este blog nos referimos al fenómeno Tabarnia, que se gestó en las movilizaciones constitucionalistas de octubre y noviembre, que cristalizó en Cataluña durante las navidades y que fue pronto exportado con la ayuda de los medios de comunicación nacionales. La idea no puede ser más simple: El independentismo goza de más arraigo en el interior de Cataluña que en las zonas costeras y la Ciudad Condal, que son las que aportan más al PIB catalán. Haciendo una similitud entre el independentismo catalán y el resto de España, Tabarnia pretende reclamar su derecho de autodeterminación frente a lo que denominan Tractocluña en el caso de que Cataluña consiga, en algún momento, declararse independiente de España.

El espantapajos de Tabarnia, que parecía en un inicio una parodia, ha sido agitado desde hace dos meses por medios y personalidades vinculadas a Ciudadanos y, de manera muy secundaria, a un PP catalán que sigue lamiendo las heridas de la debacle electoral del 21 de diciembre. Así, el constructo ya tiene bandera propia y, por ahora, a pesar de apelar al apoyo electoral a los partidos constitucionalistas en las elecciones autonómicas en esos territorios, se constata muy escaso apoyo en las movilizaciones  convocadas, en las que sí se ha podido ver a ciudadanos vinculados a la ultraderecha.

Tabarnia se podría quedar en una anécdota si no fuera porque esa filosofía no es nueva y es la que subyace en las reclamaciones de modificaciones de la ley electoral que han realizado Unidos Podemos y C’s durante estos días. A pesar de la enemistad entre Pablo Iglesias y Albert Rivera, ambos partidos se han puesto de acuerdo en una idea: La LOREG les perjudica por el sesgo mayoritario que provoca en las provincias menos pobladas, que suelen votar  PP o PSOE. En la práctica, se pasa por encima de la escasa implantación de ambos partidos en las CCAA con menos población y más vinculadas al mundo rural (Castilla-La Mancha, Castilla y León, Extremadura), una baza que Génova va a aprovechar.

Como sucede de forma periódica, nos movemos en dos extremos: Desde favorecer una mejor proporcionalidad pasando de la aplicación del método D’Hondt al de Sainte Laguë (propuesta de Podemos) hasta ir a la idea de un hombre, un voto con una circunscripción única como ocurre en las elecciones al Parlamento Europeo. Ambas fórmulas tendrían como efecto disminuir el sesgo mayoritario, y conservador, en las provincias que aportan menos diputados al Congreso (del que actualmente se benefician el PSOE y, sobre todo, el PP) al tiempo que se refuerza la idea de que son las provincias del interior, las menos pobladas, las que finalmente deciden el futuro del país a pesar de ser las que menos aportan al PIB nacional. Un debate que se ha dado en todos los territorios y que explica, por ejemplo, las dos almas que del PP gallego (el núcleo rural y el urbano) o el PSOE andaluz.

Si relacionamos la implantación de este marco con el aumento de las expectativas electorales de C’s entendemos perfectamente una de las estrategias puestas en marcha por el PP esta semana con el objetivo de frenar al partido de Albert Rivera, que tiene mucha mayor proyección en las provincias más pobladas (Madrid, Valencia, Barcelona, Málaga y tal vez Sevilla, en función de la fortaleza del PSOE), es decir, la Tabarnia nacional.

Así, tras la reunión de Mariano Rajoy con sus barones autonómicos, Génova se ha puesto en marcha con dos estrategias coincidentes: Activar el ventilador de la corrupción para salpicar la imagen de C’s como partido impoluto y diseñar una campaña del presidente del Gobierno por la España del interior con el objetivo de explicar cómo les perjudicaría una reforma electoral en los términos que proponen C’s y Podemos. Es decir, exactamente el mismo sustrato de la fórmula Tabarnia.

Guerra abierta entre PP y C’s

Hace unos días escribíamos que Génova había tomado nota de la amenaza que supone C’s para sus intereses electorales y que se aventuraban acciones. Ya las tenemos. Por un lado, el PP ha puesto en marcha la maquinaria electoral de cara a las municipales y autonómicas de mayo de 2019 con el despliegue de una política de comunicación que ayude a crear un relato de la acción de Gobierno. Tal y como hemos señalado en otras ocasiones en este blog, Génova está convencida de que gran parte del problema del PP pasa por una política de comunicación fallida, de manera que ahora pretenden ser más explicativos y construir un relato que explique las medidas adoptadas durante estos años y el proyecto de futuro.

Mariano Rajoy, que no ha mostrado voluntad por dejar de ser el candidato de su partido para las próximas elecciones generales, será también pieza clave en el desembarco del PP por la España del interior que, además, constituye el corazón del músculo popular. La excusa es explicar los efectos  negativos que tendría una reforma electoral como la que proponen C’s y Podemos, pero también es una estrategia para reconectar con su base electoral, tal y como el propio Rajoy hizo durante la precampaña y la campaña electoral de las elecciones generales de 2011 y de forma puntual en 2015 y 2016.

La tercera batalla abierta tiene que ver con la propia imagen de C’s. Así, y a pesar de que es el socio parlamentario preferente del PP en el Congreso de los Diputados (y en Madrid, Murcia o La Rioja), hemos visto durante meses cómo Rajoy priorizaba sus contactos con Pedro Sánchez y, esta semana, cómo los populares han dado aire a la denuncia de ex miembros de C’s que sugieren que hay dirigentes que aparecieron como cabezas de lista de la formación a cambio de pagar 18.000 euros.

Como en política casi nada es casual, esta información se filtra poco después de que Francisco Granados vincule a Esperanza Aguirre, Ignacio González y Cristina Cifuentes en la corrupción del PP de Madrid y al mismo tiempo que se pone el foco en las finanzas de C’s, puestas en duda por el Tribunal de Cuentas y que se conoce que cargos municipales del PP estarían pasándose en masa a C’s al calor de los sondeos sobre intención de voto.

En este punto, cabe plantear dos hipótesis: O bien el PP ha actuado movido por el pánico, lo que implicaría  una precipitación dado que todavía queda más de un año para el test de las elecciones municipales y autonómicas, o bien C’s tiene porquería suficiente para que el PP pueda mantener esta campaña de desprestigio durante meses. En función de los próximos movimientos de ambos partidos veremos si estamos en un punto u otro aunque el tono de las declaraciones off the record lo dicen todo: «Ciudadanos ha entrado en una carrera para erigirse en más españoles que nadie».

La izquierda ensimismada

En el arranque de 2018 apuntamos que éste sería el año de C’s, casi con total seguridad. Casi dos meses después, constatamos que el partido de Rivera está en epicentro de una agenda que pivota sobre la idea de un giro al centroderecha. Así, hoy es noticia Cataluña o la guerra con el PP, dos estrategias en las que ni el PSOE ni Unidos Podemos pueden sacar provecho político o electoral.

Podemos ha tomado nota y está conjugando varios movimientos que pueden acabar en el mismo punto:

  • Abandonar el tema catalán lo antes posible, una vez confirmado que su caída libre en los sondeos coincidió con la última fase del Procés. Y eso se hace alimentando en la práctica la extensión del fenómeno Tabarnia respecto a la España interior, lo que en la práctica mantiene un marco que no les favorece precisamente.
  • El partido se ha puesto en marcha para preparar las candidaturas de mayo de 2019 en dos fases: Negociar con las plataformas ciudadanas e intentar romper la tendencia que apunta a que pueden perder todos los Ayuntamientos del cambio. No será una tarea sencilla, a la espera de la posición final de las plaformas y de formaciones como IU.
  • Una campaña de movilización para volver a enganchar a unas bases totalmente desactivadadas con la muerte lenta de los círculos en un contexto desfavorable para sus intereses.
  • Tomar la iniciativa política con la presentación de iniciativas legislativas en el Congreso de los diputados que, por ahora, no tienen ninguna pinta de salir adelante.
  • Y de paso, la recuperación más o menos explícita de figuras purgadas tras Vistalegre II. El caso más llamativo es el de Iñigo Errejón, que está preparando su candidatura para la Comunidad de Madrid y que, desde hace semanas, vuelve a ser una cara habitual de los programas de televisión. Si añadimos que Pablo Iglesias es el líder peor valorado en los sondeos todos los meses, quizás sería el momento de replantear su liderazgo, habida cuenta de que, a pesar de que las tesis de Errejón fracasaron en la útlima Asamblea Ciudadana, el partido ha seguido esa estrategia durante estos meses.

Las cosas tampoco marchan especialmente bien para unos socialistas que ejecutan una estrategia más parecida a la del SPD que a la del PS portugués. Con el PP y C’s aglutinando el 51% de intención de voto, según GAD3, el PSOE sigue con su estrategia de perfil bajo para un liderazgo, el de Pedro Sánchez, que se parece más al que defendió en su momento la gestora que al que le hizo ganar las primarias. Durante estos días, Ferraz apuntala la estructura orgánica del partido que salió del último Congreso federal y las últimas noticias hablan de un refuerzo de la figura del secretario general y de su Ejecutiva frente al Comité Federal, consumándose la idea de una relación directa del líder con las bases que, por otra parte, necesitarán del visto bueno de la dirección para aprobar sus listas electorales.

Por el momento, no hay datos que avalen la posibilidad de una moción de censura o de aprovechar la debilidad política y parlamentaria del PP para armar una alternativa de Gobierno distinta, y eso a pesar de la campaña nada sutil del Gobierno y del PP hacia las pensiones públicas o ante las denuncias constantes de desmantelamiento del Estado de bienestar en beneficio de empresas privadas.

CODA. La creación de la figura de «la Tabarnia nacional» surge de conversaciones privadas. Es decir, que la fórmula tiene autor, aunque por el momento prefiere permanecer en el anonimato. Dicho queda.

Acerca de llegalaultima

Politóloga y periodista en transición
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2 respuestas a Una legislatura fallida

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