El PSOE de Pedro Sánchez logró este fin de semana proyectar una imagen de unidad y de unanimidad. Es la principal conclusión del resultado del Comité Federal, máximo órgano del partido entre congresos, celebrado con un objetivo destacado en la agenda: La aprobación del nuevo reglamento por el que se regirá el partido, que se desarrolló sin la menor discrepancia interna excepto alguna referencia a la polémica sobre la inmersión lingüística en Cataluña, que la dirección cerró este mismo lunes.
Ferraz se salió con la suya y logró una aprobación unánime a las nuevas reglas que, como se esperaba, pasan por encima del Comité Federal para reforzar el papel del secretario general y de su Ejecutiva y de las bases del partido mientras se vacía de poder al «aparato» del Estado; un cambio en la propia configuración del partido, que pasa a ser, de facto, más presidencialista, con la conexión directa del líder con las bases.
El cambio, que reduce el componente representativo, fue definido como «un momento histórico por Adriana Lastra, comparable a Suresnes; en la práctica, estamos ante el intento más claro de frenar que se repita una operación como la que acabó con la dimisión de Pedro Sánchez en octubre de 2016, capitaneada por los barones territoriales y ejecutada por el Comité Federal que salió del Congreso Federal de 2014.
Éste fue el gran titular de un fin de semana en el que se proyectó, sobre todo, unanimidad orgánica y en torno a la estrategia del partido en este momento de la legislatura, con un Pedro Sánchez seguro de que el PSOE será primera fuerza electoral en las próximas elecciones. Y todo ello a pesar de que las encuestas sobre intención de voto recogen que buena parte de la proyección electoral resultante de la caída del PP no va a parar precisamente al PSOE, sino a Ciudadanos.
En el detalle sí hubo detalles que refuerzan nuestro titular: A pesar de los intentos de Pedro Sánchez por trabajar la unidad interna -hay quien dice que en detrimento de su acción de oposición y de oferta de alternativa de Gobierno-, el partido funciona a dos velocidades que coinciden con dos niveles orgánicos decididos por los militantes en los sucesivos procesos de primarias. Así, la victoria indiscutible de Pedro Sánchez en las primarias socialistas debe compartir espacio con las victorias igual de indiscutibles de los barones que encabezaron la operación para forzar la dimisión del secretario general en su primera etapa.
No es casualidad que el Comité Federal aprobara con aplausos y con los asistentes en pie el nuevo reglamento ni tampoco que a la reunión no acudieran cuatro presidentes autonómicos (Susana Díaz, Ximo Puig y Javier Fernández, todos críticos con Sánchez, además de Francina Armengol). Tampoco que antes de la votación se ausentaran Guillermo Fernández Vara, Javier Lambán y Emiliano García-Page, además de Juan Cornejo y Mario Jiménez, los hombres fuerte del socialismo andaluz en Madrid. Casi todos han vencido en sus respectivos territorios a los candidatos sanchistas con el mismo voto de los militantes que en su momento dieron su confianza a Sánchez.
Calma tensa hasta 2020
Todo hace pensar en un reparto de poder temporal a la espera de lo que ocurra en los próximos procesos electorales, en los que, en teoría, la militancia tendrá poder para decidir (aunque en la práctica será la dirección la que tenga la última palabra, como hasta el momento). La primera cita será en mayo de 2019, con la convocatoria de elecciones andaluzas, las autonómicas y las municipales y en las que buena parte de los barones socialistas críticos con el sanchismo se la juega en las urnas frente a un C’s que tiene todas las papeletas para ser una amenaza de primer orden.
Viñeta de Ricardo en El Mundo
Un buen resultado en las autonómicas -y un buen resultado sería amarrar el gobierno de las CCAA socialistas- les reforzaría en sus feudos, a la espera de lo que diluciden las elecciones generales respecto a Sánchez y su propia estrategia de oposición, que por ahora se centra en pasar desapercibido a pesar de las voces socialistas que, en privado, reclaman un proyecto creíble y reconocible, así como una mayor proyección pública y política en un contexto en el que todo pivota sobre la disputa en el centroderecha. En público, sin embargo, se proyecta la idea de unidad interna mientras cada uno trabaja en su territorio respectivo de forma autónoma o, como mucho, con el apoyo de otros presidentes autonómicos, como está ocurriendo con el sistema de financiación.
Que nadie se lleve a engaño con esta aparente calma. El PSOE sigue dividido en, al menos, dos grupos diferenciados y, tras la noche electoral, será el momento de ajustar cuentas si se da uno de estos tres escenarios: El principal, que Sánchez no gane las elecciones; el secundario, que las encuestas acierten y que C’s adelante al PSOE como segunda fuerza parlamentaria; y el tercero que, a pesar de todo, Sánchez no logre ser presidente del Gobierno de rebote, una posibilidad que impidió que la operación por hacerle dimitir no se sucediera tras las elecciones generales de diciembre de 2015.
Por lo tanto, hasta la primavera de 2020, es previsible que veamos muchas declaraciones como las de Susana Díaz este fin de semana, señalando que Sánchez es su secretario general, e intentos cada vez menos disfrazados de buscar una reconciliación con el pasado histórico del partido, con gestos hacia Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero (no tanto respecto a Alfredo Pérez-Rubalcaba).
Del «no es no» a ejecutar la estrategia de la Gestora
Pedro Sánchez ganó las primarias socialistas al grito de «no es no» a Mariano Rajoy y con el compromiso de forzar una moción de censura contra él en cuanto tuviera oportunidad para así diferenciarse de la política adoptada por la Gestora. A pocos meses del primer anivesario de su victoria, la estrategia de Ferraz se parece más a la que en su momento defendió en público la gestora socialista, con Susana Díaz como principal referente. La excusa es la excepcionalidad catalana, que ha impedido remarcar una política diferente a la de Moncloa, pero se extiende a todas las facetas de la política: No se ha desmantelado ninguna ley restrictiva de derechos y eso a pesar de los titulares diarios.
De vez en cuando, en momentos puntuales, el PSOE amaga con buscar una perfil propio, como la negativa a apoyar a Luis De Guindos como candidato a vicepresidente del BCE, conseguida este lunes, tras demandar que esa candidata fuera una mujer ante la necesidad de buscar la paridad también en las instituciones comunitarias.
A pesar de la denuncia, el PSOE no presentó una candidatura alternativa y, de rebote, volvió a confirmar que tiene un problema interno, esta vez ante la negativa de Ferraz a apoyar a Elena Valenciano como presidenta del Grupo Socialista en el PE, cargo que previsiblemente caerá sobre un alemán. El motivo aducido: Se trata de defender proyectos, no personas. El motivo de fondo: Valenciano fue una estrecha colaboradora de Rubalcaba, apoyó a Eduardo Madina en las primarias de 2014 y a Susana Díaz en las primarias de 2016. Y todo ello a pesar de haber tenido a Sánchez en nómina.
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