Mariano Rajoy no será la persona que pilote la estrategia de tierra quemada contra el Gobierno de Pedro Sánchez que avanzamos. Este martes, en la reunión del Comité Ejecutivo, anunció que abandona la presidencia del partido por su bien y por el bien de España: «Durante más de 30 años he servido al PP en distintos cargos e instituciones, por ninguno he peleado para desplazar a nadie y he cumplido siempre con mi deber. Ha llegado el momento de poner punto y final a esta etapa. Es lo mejor para mí, para el PP y para España». Rajoy abría la puerta a la celebración de un congreso extraordinario que elija a su sucesor, que será el encargado de la renovación del partido.
En su estilo, Rajoy realizó un repaso por los méritos de su Gobierno, entre los que incluyó haber acabado con ETA («Mi Gobierno no respondió nunca a las llamadas de ETA, ni negociamos ni hubo concesiones. Su derrota es fruto de la fortaleza, la determinación y la convicción democrática de los españoles.»); insistió en el argumentario que confunde los sistemas presidencialistas con los parlamentarios («hoy gobierna en España quien no ha ganado unas elecciones generales nunca, supone un grave precedente. Y para hacerlo se acompaña de independentistas y la izquierda radical y populista. Es un proyecto débil, incierto e inestable»); y eludió cualquier autocrítica en torno a la corrupción política cuya senda marco la sentencia del caso Gürtel, consideradoel mito fundacional de este nuevo tiempo político en el que Sánchez sigue esbozando, gota a gota, la composición de su Gabinete.
Tras los aplausos de los suyos, que camuflaron las manifestaciones off the record que pedían que Rajoy reaccionara marchándose para recuperar unas siglas muy desgastadas por la corrupción, el ex presidente del Ejecutivo confirmó que seguirá con lealtad a su sucesor como militante, en lo que se consideró un aviso a navegantes ante la comparecencia de José María Aznar, prevista para por la tarde, y que no defraudó.
Aznar aseguró que «no es militante de nada y que no se siente representado por nadie» y se ofreció, desde su posición, a contribuir a liderar un proyecto de centroderecha mientras pasaba por encima de la corrupción política en el PP que se fraguó, precisamente, durante sus años de presidencia del partido. La última puñalada a Rajoy por parte de Aznar, que durante meses ha estado coqueteando con Albert Rivera y C’s, formación que, quizás, ahora está más en conexión con sus pronunciamientos en lo que podría constituir otra brecha más a la competencia que se abre en el centroderecha español tras el triunfo de la moción de censura, que parece que ya no podrá contar con la aquiescencia mesiánica de El País.
La despedida de Aznar, que consuma una ruptura entre ambos líderes fraguada con los años, no tuvo nada que ver con la que le dispensó el líder de Podemos, Pablo Iglesias («Rajoy no se ha ido, le ha echado la gente que no perdió la esperanza y que no dejó de pedir una moción contra la corrupción. Con todo, se retira un político elegante e inteligente que sabía escuchar. Fue un honor ser su rival y combatirle políticamente. Se ganó mi respeto»), o desde el PNV, con esta valoración de Andoni Ortuzar: «Más allá de la política y sus vaivenes, de nuestros acuerdos y discrepancias, valoro en él a la persona y su talante, que conmigo ha sido siempre impecable». Poco que ver con la valoración del líder de C’s, Albert Rivera, socio parlamentario preferente de Rajoy durante la legislatura y que confirmó así una brecha cada vez más amplia con los populares:
Feijóo emerge como el gran favorito para la sucesión
Nada más conocerse la noticia de la renuncia de Rajoy, que permanecerá al frente del PP el tiempo necesario para llevar a cabo la renovación, los ojos se han vuelto a Alberto Núñez Feijoo, presidente de la Xunta, que este lunes se ofreció a dar un paso al frente si había consenso entre sus compañeros. Su nombre lleva meses flotando en los mentideros de Madrid, especialmente por el bagaje político que aporta: Es el único barón del PP que logró amarrar la mayoría absoluta en las últimas elecciones autonómicas gallegas y, a diferencia de otros, ha eludido las polémicas con las decisiones de la dirección nacional, al menos en público.
En las apuestas sigue apareciendo también Soraya Sáenz de Santamaría como el relevo natural de Rajoy, aunque cuenta con un problema muy importante en un partido tan jerarquizado como el PP: No tiene con el apoyo unánime de los líderes y cuadros del partido y su radio de acción se limitaba al Gobierno, ahora desactivado. También tendrá muy difícil destacar en el Grupo Parlamentario Popular, donde los partidarios de María Dolores de Cospedal, otro de los nombres habituales en las quinielas, ya han filtrado que no entenderían que Rafael Hernando fuera relegado a un segundo plano para que Santamaría tomara un tono presidenciable de cara a liderar el partido.
La enemistad manifiesta entre Santamaría y Cospedal, unido a las pocas ganas de guerra interna que habitualmente suele haber en el PP en público, deja el camino despejado a Feijoó, según admiten fuentes del PP citadas por La Vanguardia, que podría tomar las riendas del partido a partir del próximo mes de julio y que viviría una situación idéntica a la de Sánchez desde su resurrección política al frente del PP: No es diputado, por lo que no podría escenificar la oposición al presidente del Gobierno desde el Congreso de los Diputados, que tomará gran relevancia en lo que queda de legislatura por la labor de bloqueo que ejecutará el Senado, donde el PP tiene mayoría absoluta.
Su elección, en cualquier caso, podría significar que Génova comienza a asumir la pérdida de poder ejecutada el pasado viernes, en la moción de censura, y que estaría dispuesta a una digestión pausada y, sobre todo, en clave de construcción de futuro. Será interesante ver los movimientos de Hernando y de la propia Cospedal y si optan por una oposición centrada en C’s o en el PSOE, al menos en este tramo de la legislatura y a dos años de las próximas elecciones generales.
Pedro Sánchez, que sigue perfilando su Gobierno, podría cocerse en su propia salsa tras los primeros movimientos de los partidos que apoyaron la moción y que no ven con buenos ojos, por ejemplo, la elección de Josep Borrell como ministro de AAEE, o la de Nadia Calviño, una superfuncionaria de la UE que se ocuparía de la cartera de Economía y que carece de cualquier veleidad de izquierdas.
El resto de nombres confirmados proceden de las filas de personas vinculadas al zapaterismo (Carmen Calvo, que pasa a ser vicepresidenta y responsable de Igualdad, o Teresa Ribera, que será titular de la cartera de Medio Ambiente y Energía) y a la etapa de Alfredo Pérez Rubalcaba (Carmen Montón, nombrada ministra de Sanidad tras filtrarse que estaba dentro Rafael Bengoa, ex consejero de Sanidad de Patxi López, que trabajó en EEUU en la reforma sanitaria de Barak Obama), y engloba también intentos de coser el partido. Es lo que está detrás de la elección de Meritxell Batet como ministra de AAPP o de María Jesús Montero como titular de Hacienda.
En alquier caso, la marcha de Rajoy ha confirmado la costumbre española de enterrar bien a los muertos en política, una afirmación que realizó en su momento Alfredo Pérez Rubalcaba y que se volvió a repetir este martes. Buena parte de los análisis se centraron en destacar la personalidad y liderazgo de Rajoy en comparación a su antecesor en el PP, sobre todo en el momento en el que tomó las riendas del poder. Asimismo, circunscriben los problemas con la corrupción en un partido a una falta de reflejos en su momento, pasando por encima que Rajoy y otros miembros de la dirección actual, como Javier Arenas o el propio Rafael Hernando, estaban ahí cuando se sucedía Gürtel, los papeles de Bárcenas y demás casos.
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