A vueltas con la ejemplaridad: El caso Begoña Gómez

Begoña Gómez está casada con el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. Durante su primer mandato al frente del PSOE, entre 2014 y 2016, Ferraz decidió utilizar el tándem Sánchez/Gómez en la estrategia de construcción del candidato a la presidencia del Gobierno. Durante este periodo, se sucedieron las entrevistas a Gómez, en las que proyectó una imagen de moderna de mujer profesional y de éxito, con un curriculum seguramente mejor que el de su consorte.

También se enfatizó la presencia de Gómez en actos de partido como el que protagonizaron, envueltos en la bandera de España, en un intento de trasladar las imágenes y estrategias de marketing de EEUU a nuestro país. No triunfó especialmente pero aquellos meses sirvieron para constatar que Begoña Gómez era una pieza fundamental en la candidatura de Sánchez. Hasta el punto de que, antes de las elecciones generales de 2015, se despedía de todo el mundo con un «Nos vemos en Moncloa».

Tras las primarias y su resurrección, se consideró que ya no hacía falta que equilibrara la imagen de Sánchez y Gómez desapareció de la escena. Sólo la noche de la victoria de Sánchez en las primarias permitió ver a Gómez entre el público. Lo mismo ocurrió durante la moción de censura, en la que apareció en la tribuna de invitados, con la familia de Sánchez, sin demasiado protagonismo.

Esta semana, Gómez se ha convertido en el termómetro que vuelve a confirmar que, en cuestiones de ética y ejemplaridad pública, no hay grandes diferencias entre los dirigentes de los grandes partidos; independendientemente de si aspiran a ocupar el espacio de la derecha o la izquierda, se extiende la percepción de que muchos entran en política porque, quizás, no tienen otro lugar en el recalar con esas condiciones salariales y, de paso, para beneficiarse personalmente o a su entorno más cercano del lugar de privilegio que ocupan por su adscripción a un partido político.

Los hechos: Con agostidad y alevosía, el Instituto Empresa anunció el fichaje de Begoña Gómez para dirigir el Centro de Estudios Africanos (IE Africa Center), una institución de nueva creación que comenzará a operar en septiembre. El nuevo centro dependerá de la Fundación IE, que se nutre de una parte de fondos públicos. Asimismo, el comunicado lanzado no incluye cuál ser la retribución de Gómez debido a la  «política de confidencialidad y protección de datos».

Gómez es licenciada en marketing y experta en captación de fondos para ONG, es decir, un trabajo de lobby que había dejado aparcado con una excedencia por una cuestión de estética. Con la decisión anunciada, parece que el matrimonio Sánchez/Gómez ya no tiene problema en ganar dinero con un trabajo en el que es fundamental la ingeniería social, es decir, la posibilidad de acceder a una red de contactos inexistentes si Sánchez no presidente del Gobierno.

Los efectos nocivos de la partitocracia

Llevamos semanas  hablando de los regalos presuntamente recibidos por Pablo Casado y otros dirigentes del PP por parte de instituciones públicas en pleno ascenso de su carrera política. Los medios conservadores llevan a diario datos a propósito de la colocación de los afines a Sánchez, a menudo sin formación relacionada, en las empresas públicas, que son consideradas un elemento más, a cargo de los PGE, para devolver favores políticos y/o personales.

Políticos que se definen como liberales a pesar de que nunca han ocupado un puesto en la empresa privada o defensores de lo público que aprovechan su lugar para crecer profesional y personalmente. En este contexto, y a pesar de que medio país está de vacaciones, el fichaje de Gómez ha sido duramente criticado como una muestra más de cómo la meritocracia se transforma en una red de contactos que, cada vez más, tienen más relación con los contactos que posees frente a los conocimientos o la capacidad.

No ayuda que Ferraz haya hecho piña en torno al derecho de Gómez de seguir con su carrera profesional sin renunciar a los beneficios de vivir en el Palacio de La Moncloa, una afirmación que han glosado con la recuperación irónica del Manual de buena esposa que elaboró la Sección Femenina durante el franquismo o con una cita de Virginia Woolf sobre la independencia económica de la mujer.

Y he aquí la propia debilidad del argumento. A pesar de que el IE asegura que lleva desde febrero en conversaciones con Gómez, lo cierto es que se anuncia el fichaje apenas unos meses después de que Sánchez ganara la moción de censura frente a Mariano Rajoy. Como suele ocurrir con demasiada frecuencia en este país, la guinda profesional suele llegar cuando el candidato logra una puntuación por su vínculo con una personalidad relevante de la vida institucional española. Le ocurrió al marido de Soraya Sáenz de Santamaría y a la esposa de Eduardo Madina con Telefónica y le ocurre a Gómez, de la que tampoco se conoce un gran conocimiento de la realidad de África.

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Para añadir más desvergüenza, esta política de fichajes fue duramente criticada por Sánchez en el año 2013, en ese caso en relación a Juan José Güemes, pareja de Andrea Fabra. Ironías de la vida, se refería al mismo Instituto Empresa que acaba de fichar a su esposa. En tiempos más recientes, el entonces líder del PSOE prometía legislar contra las puertas giratorias, una definición que se podría ajustar a este caso a pesar de que Gómez nunca ocupó cargo público. Su entrada en política, como consorte de Sánchez, la puso en el foco de los medios y, de paso, subió su caché como profesional bien relacionada.

Hace unos meses, Pablo Iglesias e Irene Montero fueron noticia por su decisión de comprarse una casa valorada en 700.000 euros a irse a vivir fuera de Madrid para tener privacidad. Entonces, hablamos de la voladura de la construcción de un perfil político que evidencia que quizás es momento de volver a recuperar el concepto de casta política para referirnos a los representantes políticos que dan el salto a lo público con el argumento de representar a sus votantes pero con el fin de beneficiarse personalmente.

Hoy hablamos de unos hechos parecidos. No tenemos elementos para dudar de la capacidad de Gómez para ocupar ese puesto. Sí dudamos de que su fichaje se consumara en el caso de ser una persona anónima, sin relevancia institucional, lo que ya de por sí invalida cualquier discurso a favor de la transparencia (no se conoce que hubiera otros candidatos al puesto), la regeneración y la despolitización de la vida pública defendidas por Sánchez y, tras la defensa de Gómez, por parte del PSOE. La prueba definitiva es pensar en lo que se estaría diciendo si la protagonista de la noticia hubiera sido la esposa de Mariano Rajoy.

Acerca de llegalaultima

Politóloga y periodista en transición
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