Los estudios sobre estimación de voto publicados a lo largo del mes de noviembre nos permite dibujar el escenario demoscópico anterior a la sacudida al sistema político que constituye la entrada de VOX en el Parlamento andaluz. Con alguna excepción (Metroscopia, el pasado mes de octubre, y GESOP), casi ninguna empresa incluía al partido de Santiago Abascal en las estimaciones de voto de cara a las próximas elecciones generales, una decisión que confirma la minusvaloración del fenómeno VOX, que podría estar en el 10% de apoyo, por parte de casi todos.
Los resultados de las elecciones andaluzas celebradas el domingo pasado, y sobre todo los análisis posteriores, anticipan una ola que, en estos momentos, beneficiará a VOX en dos sentidos: Por un lado, la presentación de su marca electoral ante el electorado menos enganchado a la actualidad política; y, por otra, la construcción de una seña de identidad victimista si se quiere atizando el fantasma de la ultraderecha sin dar argumentos que desmonten el ideario montado en torno a VOX.
Aun siendo conscientes de que nuestro análisis de los estudios demoscópicos quedará incompleto, creemos necesario fijar el escenario electoral antes de los comicios andaluces, con un PSOE que perdía apoyos, un PP estancado y un C’s incapaz de ejecutar el sorpasso respecto a la formación conservadora por antonomasia. Todo ello con Unidos Podemos en el 17% deintención de voto, una estimación que le aleja de cualquier competición con el resto de formaciones de implantación estatal y que le atribuye sólo valor en términos de configurarse como llave de gobierno de cara al próximo Congreso de los Diputados.
Con un 25.88% de media, el PSOE sería el partido más votado, sumando apenas 2 puntos más que en las elecciones generales de 2016 y con una caída de 1.42 puntos respecto a la estimación de los estudios publicados el pasado mes de octubre. Tras la debacle andaluza, que aventura la apertura de una nueva batalla entre el sanchismo y los sectores reconfigurados en torno a Susana Díaz, tanto el PSOE como Moncloa se han empeñado esta semana en alejar la posibilidad de un adelanto electoral para la próxima primavera.
A cambio, Pedro Sánchez se ha comprometido a llevar a las Cortes el proyecto de PGE con dos intenciones: Por un lado, la evidente, es decir alargar la legislatura lo máximo posible mediante la aprobación de las cuentas públicas. La segunda, más estratégica. Sánchez pondrá a los partidos que apoyaron la moción de censura ante el espejo con el fin de elaborar un discurso del tipo «O yo, o la ultraderecha» con el que reconfigurar el que será su mensaje de cara al próximo ciclo electoral.
Especialmente significativo ha sido el repligue del Gobierno de la Generalitat valenciana, donde ya se daba por hecho que Ximo Puig adelantaría los comicios autonómicos al mes de marzo para darle a la campaña un toque puramente valenciano. Los resultados andaluces han llevado al congelador todas las propuestas en este sentido.
El PP sigue como segunda fuerza con un 23.06% de estimación de voto, medio punto menos respecto al promedio del mes anterior y -10 puntos si lo comparamos con las elecciones generales de 2016. Con VOX llamando a las puertas, queda confirmado que el espacio que tradicionalmente ocupaban en solitario queda fragmentado en tres espacios: el de VOX capitalizando el voto más extremo y el resto, en el que muerde también C’s.
Así, parece claro que, en estos momentos, el PP sigue aguantando por el peso de sus siglas pero, el hecho de que les haya salido competencia, y nada menos por parte de un ex dirigente del PP, confirma que los deberes no se hicieron y que Pablo Casado no parece ser el candidato que el partido necesita en estos momentos. El modo pánico en el que ha entrado esta semana, con la asunción de todos los mensajes de VOX para conseguir su apoyo para desalojar al PSOE de la Junta andaluza, indica que tampoco ha realizado una digestión adecuada de los resultados electorales de Andalucía, lo que da más energía a las opciones de crecimiento de VOX.
Algo parecido le puede estar pasando a C’s, que sigue como tercera opción con un 21.28% de apoyo, +1 punto respecto al mes anterior y +8.2 puntos en relación a sus últimos resultados electorales. A pesar de su crecimiento desde hace un año, el partido de Albert Rivera no aprovecha el momento de debilidad por el que pasa el PP y, a pesar de cierto giro al centro por parte de sus primeros espadas, la formación naranja sigue entrando en el modelo territorial y en Cataluña como obsesión, dos mensajes que, en estos momentos, pueden terminar beneficiando a VOX.
Unidos Podemos, por su parte, se sitúa en el 17.02% de media, casi 0.3 puntos menos respecto a la estimación del mes de octubre, -4 puntos si lo comparamos con su último resultado en las urnas. Sus análisis de los resultados andaluces, apelando a un frente antifascista en la calle, combinado con su equidistancia respecto al independentismo y con la asimilación en el sistema por parte de los sectores más posibilistas, apuntan a una desmovilización de su base electoral en el próximo ciclo electoral con beneficio directo de las derechas políticas. Ya ocurrió, por cierto, en las elecciones generales de 2000 y, en cierta medida, en la de la mayoría absoluta de Mariano Rajoy.
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