Nuit debout: Otro aviso a la socialdemocracia europea

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Cinco años después de que en España cristalizara el movimiento 15M, la llamada de atención más seria de crisis de representación política en nuestro país desde la restauración democrática, la atención se dirige a Francia. La espita, la modificación del Código de Trabajo por parte del presidente, François Hollande, una suerte de reforma laboral similar a la que impuso en España el Gobierno del PP en 2012.

El 31 de marzo, entre 1.2 millón de personas, según los convocantes, y medio millón, según la policía, salieron a la calle contra los planes de Hollande, la esperanza blanca de la socialdemocracia europea y que, tal y como en su momento hizo José Luis Rodríguez Zapatero, ha decidido que los nuevos tiempos requieren un mayor esfuerzo por parte de las rentas del trabajo. Como viene ocurriendo desde los años ’80.

Esa misma noche, miles de jóvenes decidieron pasar la noche en la Plaza de la República, en París, de la misma manera que decenas de personas hizo lo propio en Madrid un 15 de mayo de 2011. Aquella fue la presentación en sociedad del movimiento 15M en España, un canal de representaciones simbólicas que se tomaron prestadas de Tahrir y que se proyectaron en buena parte de capitales de países desarrollados (Londres, París, Nueva York y su Occupy Wall Street). La convocatoria a pasar la noche en vela en las plazas de París constituyó una de las maneras de preparar el paro general previsto para el primer día del mes.

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El 1 de abril, Francia paró en una huelga general convocada por las cuatro grandes centrales sindicales (CGT, FO, FSU y SUD) y a la que sumaron dos organizaciones de estudiantes (Unef y UNL). El comunicado con el que se explicaba la huelga lo dejaba claro: «El debilitamiento de los derechos de los trabajadores y la posibilidad de despedir con mayor facilidad nunca han permitido luchar contra el paro». Desde entonces, la Nuit Debout se ha ido extendiendo por todo el país y, junto a la reivindicación para que se dé marcha atrás a la reforma laboral, en las plazas comenzaron a debatirse asuntos que en España nos resultan conocidos: Los refugiados, la falta de vivienda, la precariedad, el  ejercicio de la democracia, el funcionamiento del capitalismo, etc.

Se trata de una movilización sin líderes y que parte de su proyección en redes sociales como altavoz principal de su movilización. Para ello cuenta con el apoyo de activistas del 15M original y de Marea granate, tanto en la difusión de mensajes como en la propia  organización de la infraestructura.

No son las únicas semejanzas. Luisa Corradini, corresponsal del diario La Nación, cuenta cómo es el ritual de participación: «Alrededor de las 18, miles de personas en decenas de ciudades francesas, sentadas o de pie, asisten a una asamblea general. La participación popular se encadena según un rito democrático bien preciso: las intervenciones no deben durar más de tres minutos y son rigurosamente registradas, se respeta rigurosamente la alternancia hombre-mujer y la asistencia puede manifestar su asentimiento o desacuerdo mediante gestos de la mano en alto, tomados de los indignados. Finalmente, la asamblea vota los temas propuestos en la agenda del día». 

El pasado domingo, 160.000 personas volvieron a manifestarse en 40 ciudades del país contra la reforma laboral y, el lunes, la policía levantó de forma pacífica la acampada en la Plaza de la República de París. Horas después, el primer ministro de Francia, Manuel Valls, anunció una serie de ayudas juveniles (becas de estudio, mejoras de la formación, ayudas de vivienda o ampliación de la cobertura sanitaria) para intentar sofocar las protestas. Y, como en su día ocurrió en España, Valls aseguró «entender» las «preocupaciones» expresadas por los colectivos juveniles.

Ahora llega el turno de París

La protesta, que cuenta inicialmente con la simpatía general por lo que tiene de vocación de mejorar la vida política del país, supone una bofetada en toda regla al Partido Socialista Francés (pero también a las opciones escoradas más a la izquierda). Y, de nuevo, plantea la duda sobre el abandono de los partidos en relación a las reivindicaciones de colectivos sociales muy amplios que, de nuevo, cuentan con las nuevas tecnologías como la plataforma para hacer partícipe su malestar.

Cuando afrontamos dos semanas desde el inicio de la movilización, apenas se escucha hablar de las centrales sindicales como vertebradoras de la protesta (y posiblemente con más capacidad para obtener resultados dado su poder de convocatoria para paralizar el país). Sí hay cierto intento de la izquierda situada a la izquierda del actual PSF por entender la protesta como demuestra el acercamiento a los manifestantes de Jean-Luc Mélenchon, Olivier Besancenot (Partido Anticapitalista) o Pierre Laurent (del PC).

Madrid, primero, y ahora París: Es evidente que hay un malestar creciente ante el funcionamiento de la democracia representativa y el capitalismo, los famosos gobiernos invisibles que deciden desde Frankfurt o Bruselas y que eluden cualquier control político. Ese malestar, que explica la tortuosa relación entre la ciudadanía y sus políticos desde 2011, se ha hecho extensible a un país con una cultura política tan arraigada y bastante más vertebrada que la nuestra.

La Nuit debaut cristaliza mientras la popularidad del presidente, François Hollande, vuelve a estar en mínimos históricos. Según un sondeo publicado hace una semana, sólo el 13% de los ciudadanos aprobaba su gestión. En el caso de Valls, este porcentaje subía al 20%, muy lejos del 70% registrado cuando fue nombrado primer ministro, hace dos años.

Las encuestas sobre intención de voto no van mucho mejor a un año de que se celebren las elecciones presidenciales. De acuerdo con un sondeo de Sciences Po, con una muestra de 21.000 personas, Hollande no pasaría a la segunda ronda frente a Marine Le Pen y cualquiera de los candidatos de Les Republicains que todavía figuran en las quinielas (Nicolas Sarkozy y Alain Juppé). De acuerdo con el trabajo de Ipsos, Le Pen pasaría a la segunda vuelta con un 26-27% de los votos y se enfrentaría a Juppé (31%) o Sarkozy. Hollande obtendría el 14% si el candidato conservador fuera Juppé y el 16% si fuera Sarkozy.

El efecto del 15M un lustro después

En 2011, cuando el movimiento 15M hizo su presentación en sociedad, llamó la atención la soledad de los españoles y cierta evidencia de que la protesta sólo era entendida por poblaciones de países incluidos en la lista negra de la UE: Portugal, Grecia y, en menor medida, Italia.

Excepto por chispazos en otros países, la movilización se leyó en clave ‘nacional’, con cambios en los sistemas de partidos (excepto en Portugal) y con el abandono, por parte del electorado, de las opciones socialdemócratas clásicas. En España, el PSOE comenzó en mayo de 2011 una travesía en el desierto que aún perdura. En Grecia, el PASOK puede escribir tratados sobre su hundimiento electoral y político.

Como casi siempre, los ojos se dirigieron a Francia, que siguió su propio proceso. En mayo de 2012, el 51.6% de los votantes eligió a Hollande como presidente de la República frente a Sarkozy con un 81% de participación. Marine Le Pen, del Frente Nacional, rozó el 18% en la primera vuelta mientras que el candidato de Gauche se quedó en el 11% de los apoyos.

El 15M se produjo en España un año antes de que los franceses devolvieran a los socialistas al Eliseo tras su salida en 1995. Es razonable pensar que en esa victoria política había cierta dosis de confianza en las posibilidades de que era posible un cambio desde la política tradicional e institucional. Al menos en España se vio con entusiasmo la llegada de Hollande, llamado a ser el contrapeso a Angela Merkel en la UE.

Cuando están a punto de cumplirse cuatro años de su llegada al poder, la gestión de la crisis financiera, el trato de los países con dificultades del sur del continente o la gestión de la crisis de los refugiados demuestra el error de confiar en la esperanza blanca de la socialdemocracia, que ya sólo tiene al italiano Mateo Renzi como referente con cierto peso político.

Es posible que todavía se estén preguntando qué es lo que está pasando para estas muestras de rebelión en la calle por ciudadanos que pueden ser perfectamente ex votantes:

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CODA. La Nuit debout se celebra mientras Francia sigue en alerta antiterrorista y prepara simulacros de atentados con el fin de blindar aún más el país ante la celebración de la Eurocopa de fútbol este verano.

Acerca de llegalaultima

Politóloga y periodista en transición
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