España parece vivir un déjà vu respecto a 2016 que, a su vez, tiene mucho que ver con la contestación hacia las políticas del PSOE que cristalizaron en el 15M y en la fundación de Podemos como el partido que canalizó aquel caudal de protesta. Dos meses y medio después de las elecciones generales, en las que el PP obtuvo el peor resultado de su historia y con un PSOE que recupera espacio por primera vez desde 2008, el país vive un bloqueo institucional que parece dirimirse en la presión para que Unidas Podemos (42 diputados) renuncie a su entrada en el gobierno de Pedro Sánchez (123 escaños), a la espera de que los partidos nacionalistas periféricos voten a favor o se abstengan en la segunda votación de la investidura del líder socialista.
Este jueves, el presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, se salió del guión previsto para anunciar que llamaría a Pablo Iglesias con el fin de «poner en marcha dos equipos que empiecen a hablar de lo que importa a los ciudadanos» y formalizar un acuerdo que permita arrancar la legislatura con un presidente socialista en La Moncloa. Todo ello apenas 48 horas después de la ruptura exhibida entre el propio Sánchez e Iglesias tras su último contacto en La Moncloa, con discrepancias entre lo que se habría hablado y/o acordado.
La primera señal del malestar entre ambos, que se trasladó también en la conversación mantenida este jueves, la dio el líder de Unidas Podemos, que ni siquiera compareció ante la prensa para valorar la reunión o dar pinceladas sobre un posible acuerdo del gobierno de cooperación del que habla el PSOE en las últimas semanas. La segunda, las declaraciones de Adriana Lastra, que avisó a la formación morada de que no habría segundas oportunidades.

Viñeta de Ferrán Martín realizada en enero de 2016
De nuevo la desconfianza entre ambos líderes, como durante la negociación de la primera investidura fallida de Sánchez, en 2016, con los papeles cambiados: UP es el socio más débil frente a un PSOE que recupera espacio electoral, en buena medida a costa de la formación morada. Se cierra así el círculo abierto desde 2011, con la fuga de votantes progresistas que, a partir de 2014, recalaron sobre todo en Podemos y la promesa de desplazar al PSOE como principal fuerza del centroizquierda español.
Todo apuntaba, pues, a que éstabamos abocados a una repetición de las elecciones debido, sobre todo, al ultimátum por parte de los socialistas al trasladar al líder de UP que no prevé que haya miembros de la formación morada en el Consejo de ministros, llevando así la presión al partido de Iglesias: O rendición total, con un cheque en blanco para los socialistas, o arriesgarse a ir a una repetición de las elecciones generales en las que seguramente no salga beneficiado (con o sin Iñigo Errejón liderando propuesta electoral). En manos de Iglesias estaría su definición como el gallina que se tiraría del vehículo en marcha para salvar la vida o su suicidio político. Al menos hasta el enésimo triple salto mortal anunciado por el propio Sánchez.
En el momento de elaboración de este post sólo hay una certeza: El reloj se pone en marcha el 22 de julio, fecha anunciada del debate de investidura en el que Sánchez buscará el apoyo de la Cámara para repetir cargo como presidente del Gobierno, para lo que sólo cuenta, por el momento, con los votos a favor del PSOE. Hasta el anuncio de Sánchez, que ha venido a confirmar que el líder socialista va por libre , se entendía la nueva convocatoria electoral como un escenario no descartable y que favorecería, en principio, a PP y PSOE como fuerzas tradicionales del sistema de partidos español.
Escenario 1: Refuerzo del PSOE a costa de UP
Los sondeos publicados indican que el bloqueo beneficia al PSOE, que superaría el 30% de estimación de voto con un aumento de la abstención, que se situaría en torno al 32%. El aumento del apoyo al PSOE se explica por la fidelidad de su electorado y por la caída en las expectativas de UP, que salvaron la primera bala en las elecciones generales y que siguen purgando el fracaso de las alianzas en plazas simbólicas como Madrid, epicentro de toda la actualidad nacional, como no podía ser menos.
Y es que, a la parálisis en el Gobierno central se suma la situación que se vive en CCAA como Madrid, con el Ayuntamiento de la capital generando noticias diarias por su decisión de desmantelar todo lo que huela a carmenismo, o Murcia, con VOX negándose a apoyar un gobierno de centroderecha con el PP y C’s, que orbita entre alimentar el espectáculo político con presuntas agresiones en manifestaciones como las del Orgullo Gay del pasado fin de semana y su negativa a reunirse con el líder del PSOE.
A la espera de comprobar la eficacia de las negociaciones entre PSOE y UP, manejamos la hipótesis de una repetición de los comicios generales, con estrategias diferentes respecto al 28A. Si se confirma el fracaso de los negociadores, es sumamente improbable que Ferraz, que estas semanas ha protagonizado un nuevo viraje al centro, vuelva a protagonizar una campaña con la apelación a frenar a la ultraderecha, pero con Pedro Sánchez e Iván Redondo a los mandos todo es posible.
En cualquier caso, todo hace pensar en que el PSOE maneja obtener un buen resultado en una repetición de los comicios (más de los 131 diputados que le atribuye el sondeo de Celeste-Tel), a la espera de que el PP haga su trabajo en relación a una recuperación del electorado perdido el 28A en dirección a VOX y a C’s. Los datos demoscópicos publicados apuntan a que el PP de Casado recupera una parte del suelo electoral perdido en los comicios, con niveles de apoyo más parecidos a los que el partido obtuvo en las municipales y autonómicas del mes de mayo.
El espectáculo diario de las negociaciones con VOX y, sobre todo, con un C’s que ya se mueve cómodo en ese espacio ideológico hacen presagiar un voto de castigo de sus respectivos electorados, algo que podría terminar beneficiando a un PP que se proyecta como una formación política previsible: El objetivo es gobernar y si hace falta hacerlo con C’s y VOX habrá negociación.
Escenario 2: Refuerzo de las derechas
Las elecciones de abril confirmaron una fragmentación en el espacio del centroderecha inédita desde la Transición política. La debilidad extrema del PP (66 diputados), tras una transición atropellada y, a menudo, polémica lideradada por Pablo Casado necesita de cierto sosiego para acomodar proyectos de partido y de país. Con VOX y C’s deparando titulares diarios, a cada cual más polémico, el PP se proyecta como un partido razonable, quizás como el padre de hijos conflictivos que debe mediar entre ellos para conseguir objetivos.
El posible adelanto electoral no es una mala noticia para el PP, que estaría recuperando voto perdido en los anteriores comicios, un voto que podrían multiplicar sus ganancias con la aplicación de la LOREG, sobre todo en la España interior. Y eso a pesar de que Casado lidera un proyecto que aún no está maduro y que presenta aristas, como su decisión de disputar el espacio conservador con muy pocos guiños al centro, completamente abandonado tanto por populares como por C’s.
Escenario 3: El PP devuelve el favor a Sánchez
En 2016, el PSOE decidió abstenerse en la segunda votación de investidura de Rajoy como presidente del Gobierno. El partido, ya sin Pedro Sánchez al frente, decidía actuar con sentido de Estado y favorecer la gobernabilidad en el país. Hoy, este escenario está abierto, como antesala a la recuperación del poder central de los partidos políticos tradicionales. Ironías de la vida, Casado devolvería el favor a Sánchez, artífice del «no es no» que, finalmente, acabó con su primera etapa como secretario general, aunque para eso haría falta una abstención en bloque del Grupo Popular, que protagonizaría otra imagen inédita en la historia parlamentaria del país.
En esa línea se pronunciaron los diputados socialistas que facilitaron la investidura de Rajoy, la mayoría de ellos defenestrados por la dirección federal de Ferraz, que pidieron al PP que apoyen sin condiciones la investidura de Sánchez: «No os pedimos la abstención a favor de un Gobierno socialista. Os pedimos que os abstengáis para que España tenga un Gobierno. No os pedimos que hagáis nada que no hayamos hecho antes nosotros».