Última semana de la campaña de las elecciones generales, en las que la atención estará puesta en la movilización del electorado en un contexto de victoria de los socialistas en las urnas, el próximo domingo. La incógnita pasa por la capacidad del PS por alzarse con una mayoría absoluta (la primera desde la que obtuvo José Sócrates en 2005) y en las opciones del Partido de los Animales y la Naturaleza, que podría evitar la reedición de un acuerdo parlamentario como el que convirtió a Antonio Costa en primer ministro, hace cuatro años.

Los últimos sondeos publicados confirman la victoria del PS con el 37.82% de promedio, +5.52 puntos respecto a las elecciones generales celebradas en 2015 , aunque claramente en tendencia descendente si lo comparamos con la estimación de hace un año, cuando los socialistas se situaban en el 40.7% de media. A pesar de la pérdida de confianza paulatina, especialmente en el último año, Costa sigue personalizando el llamado el milagro económico  luso,  con favores incluidos en relación a la calificación de agencias internacionales  respecto a la economía portuguesa.

En este punto, por lo tanto, la duda está en cuánto apoyo necesitarán los socialista para gobernar en solitario, para lo que Antonio Costa ha propuesto mayores inversiones en gasto público, o si estaría interesado en volver a reeditar una alianza como la geringonça. Los últimos datos confirman que sus socios parlamentarios aguantan razonablemente: El BE se movería en torno al 10,07% de los apoyos, un resultado muy parecido al conseguido hace cuatro años; por su parte, el CDU estaría en el 7,2% de media, apenas un punto por debajo del 8,2% obtenido en las anteriores elecciones.

No hay dudas respecto a la debilidad con la que el centroderecha afronta estos comicios. El Partido Social Demócrata se abona al retroceso que han recogido todos los sondeos desde la pérdida del Gobierno, en otoño de 2015, tendencia que tampoco ha permitido despuntar al CDS de Assunção Cristas, que obtendría el 5,3% de media. Por su parte, el PSD se movería en torno al 24,95% de media que no maquilla la travesía en el desierto que recorre la formación (entre ambos sumarían el 31,25% de los votos, muy lejos del 38.6% que conseguió la coalición electoral con la que ambos partidos concurrieron a los anteriores comicios generales).

Una de las grandes sorpresas de la noche podría ser el resultado del Partido de los Animales y la Naturaleza, que se movería en torno al 4,1% según las últimas estimaciones de voto. Un buen resultado del PAN, acompañado con un PS cercano al 40% de representación, podría abrir un escenario nuevo en el que Costa podría prescindir de los socios parlamentarios de esta legislatura, que ya han avisado que venderán mucho más caro su apoyo a la reedición del Gobierno de Costa.

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La decisión de Iñigo Errejón de encabezar la candidatura de Más País, registrada como marca electoral tras las elecciones de mayo, en las próximas elecciones generales pueden añadir interés a una cita en la que, hasta el momento, se dirimían las opciones de PP y PSOE para volver a protagonizar una suerte de bipartidismo imperfecto en plena caída de las formaciones de nuevo cuño. De ahí que veamos necesario recuperar los resultados de los sondeos sobre estimación de voto que se realizaron antes de la decisión de Errejón de contradecirse y saltar a la arena nacional en un intento de desatascar el bloqueo institucional que seguían mostrando los estudios demoscópicos tras la constatación de una nueva repetición de las elecciones generales.

Con el 29,8% de estimación de voto y, como siempre, con el efecto distorsionador que produce el dato del CIS, el PSOE se postula como la primera opción el próximo 10N, aunque se deja 1,2 puntos respecto a la oleada anterior y se aleja de la cifra mágica del 35% de repreentación a la que Enric Juliana se refería hace apenas unos días como el argumento que explica la estrategia de Pedro Sánchez durante estos meses. Ésa es la cifra que le permitiría dormir tranquilo, sin pensar en que debe tener ministros vinculados a Unidas Podemos, tal y como argumentó para justificar la repetición electoral.

Hoy ese dato parece más lejano que hace unas semanas, a pesar de que no se pone en duda su victoria el 10N. El PSOE es el partido mejor situado para volver a ser la fuerza más votada en noviembre, con casi 10 puntos de ventajas sobre el segundo. Y eso a pesar de que la gran mayoría de empresas demoscópicas confirma que el electorado considera a Pedro Sánchez el principal responsable de la repetición de los comicios, lo que certifica que el relato que puso en marcha Ferraz durante estas últimas semanas no termina de cuajar entre unos votantes a los que el PSOE se dirige con esa «mayoría cautelosa siempre en cada elección ha votado algo muy razonable y muy cauteloso», según palabras de Iván Redondo.

Aunque el jefe de gabinete del presidente del Gobierno en funciones no dirige la campaña electoral en esta ocasión, sigue protagonizando «off the record» en los que poco a poco va desvelando la estrategia de una campaña que busca reforzar al PSOE y que, en lo esencial, tiene poco que ver con la que Moncloa planteó el pasado mes de abrilm cuando se postuló como la fuerza de izquierdas capaz de frenar a la ultraderecha en España.

Antes de la irrupción de Iñigo Errejón, que ha dominado el relato de los medios durante la última semana, fuentes socialistas alertaban de la dificultad de una movilización como la que aupó al PSOE a los 123 diputados el pasado 28 de abril en un contexto en el que la preocupación por los políticos y los partidos políticos vuelve a despuntar (45,3% frente al 19,2% registrado el verano de 2018). Tras la constatación de que Más País se presentaría  a los comicios, queda meridianamente claro que a los socialistas les ha nacido un competidor en un nicho de votantes que optó en abril por dar su confianza al sanchismo ante el miedo a un buen resultado de la ultraderecha y que podría volver en estas elecciones a un voto más escorado a la socialdemocracia.

No es casualidad que ése fuera el traje en el que se envolvió el candidato Errejón durante su presentación en sociedad como líder del nuevo partido político que nace de los restos de Podemos y con las enseñanzas de destacados ex militantes de IU Madrid. La suma de Compromís y de Equo no hace sino remarcar la pugna interna que mantiene Unidas Podemos con sus confluencias en buena parte de los territorios, con amagos de Adelante Andalucía y En Marea incluidos. En la práctica, tenemos el enésimo ejemplo de cómo ese espacio ha volado por los aires, a la espera de conseguir un buen resultado en territorios concretos como Madrid, Comunidad Valenciana y algunas provincias andaluzas.

Los datos de UP, antes del efecto Errejón, confirmaban un escenario de ascenso, que colocaba a la formación morada como tercera fuerza parlamentaria con el 14,32% de los votos (medio punto más que en el arranque de septiembre y un resultado prácticamente idéntico al que permitió a Pablo Iglesias salvar los muebles el 28A). A la espera de que se confirme por qué circunscripciones se presentará Más País, los datos publicados estos días certifican el daño que la nueva candidatura ejerce en las opciones de UP, que ya ha comenzado a dirigir ataques a Errejón por lo sucedido y que compartirá protagonismo, suponemos, con las declaraciones contra Sánchez. Iglesias comenzó la precampaña, hace unos díasen esa direccción: «El error grave que cometí fue confiar en la palabra de Pedro. Me mintió. Antes y después de las elecciones me dijo que habría coalición».

Refuerzo del PP a costa de C’s y VOX

En el flanco derecho, también se registran cambios que tienen que ver con trasvases de voto en los bloques ideológicos. El más evidente, el retorno de votantes de VOX a las filas del PP, como apunta el sondeo de Celeste-Tel (el 37,5% de su electorado volvería a dar su confianza a los populares). Así, el PP se movería en torno al 20,6% de los votos (+1.2 puntos respecto a la oleada anterior y +3.9 si lo comparamos con las elecciones de abril), una recuperación que también se refleja en el último barómetro del CIS. La campaña que dirige Teodoro García Egea ha centrado a un Pablo Casado que, esta vez, parece más cerca de Mariano Rajoy, y de lo que representa, que de José María Aznar. Ironías de la política, ese viraje al centro se produce en plena recuperación del voto perdido a otras formaciones, con especial mención a VOX y C’s.

El partido de Albert Rivera se quedaría en el 13,2% de los apoyos, el mismo resultado que le atribuían los sondeos a comienzos del mes de septiembre. La formación naranja, también en retroceso en Cataluña, tiene fugas de voto en dirección al PP y, sobre todo, a la abstención, un dato que se explica perfectamente por los análisis en contra del partido que estas semanas le dedican plumas como la de José Antonio Zarzalejos, muy crítico con las últimas decisiones adoptadas por el partido. La penúltima, la destitución del número 2 del partido por Alava por protagonizar una negociación con el PP, decisión que ha conllevado la disolución del partido en la circunscripción.

VOX, por su parte, caería el 8,5% de estimación de voto, -0.6 puntos en relación a la última oleada demoscópica, -1,76 si lo relacionamos con la representación obtenida el pasado mes de abril. Ya sin el factor sorpresa y la incetidumbre en relación al electorado potencial que podría representar, el partido que lidera Santiago Abascal sigue protagonizando actos de fuerte eco mediático, sin el impacto alcanzado hace unos meses. La decisión de Más País de presentarse a los comicios, por cierto, también le convertiría en uno de los principales damnificados en relación al reparto de los restos, tanto en las circunscripciones más pobladas como, sobre todo, en las que reparten menos diputados.

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Los sondeos publicados a lo largo del mes constatan la tendencia: La repetición de las elecciones reforzarán las posiciones de salida de PSOE y PP en las grandes cifras pero no permitiría el desbloqueo de la situación política. De acuerdo con la tendencia dibujada estos meses, la fragmentación política que arrojaron las elecciones generales de 2015 no quedaría revertida en una nueva convocatoria electoral, aunque sí refuerzan las posiciones de las formaciones tradicionales del sistema político español y permiten derivadas diferentes a las de la negociación actual.

Con un supuesto de participación del 66% (Celeste-Tel), claramente inferior al registrado el pasado 28 de abril, el PSOE volvería a ser la primera fuerza política del país con un promedio del 31.0% de los votos, -3.45 puntos respecto a la estimación realizada con los sondeos del mes de agosto. Las cuartas elecciones generales en cuatro años no arrojarían una mayoría abrumadora a los socialistas, que pasarían de los 123 diputados actuales a una horquilla entre 125 (DYM) y 139 (Sociométrica), pero sí le permitiría explorar vías de negociación nuevas con un objetivo: Argumentar su fortaleza respecto al segundo (+11.6 puntos sacaría al PP) y evitar una posible dependencia de los partidos nacionalistas periféricos, especialmente inquietos estos días ante la inminente publicación de la sentencia del TS sobre los políticos del Procés encarcelados.

En este contexto, al que se suman las señales del enfriamiento de la economía alemana, toda la atención estaría puesta en C’s, formación a la que los socialistas no dejan de cortejar a pesar del grito «con Rivera no» con el que las bases sociales recibieron a Sánchez la misma noche electoral. De acuerdo con los datos demoscópicos, la repetición electoral supondría un debilitamiento de las opciones de la formación naranja, que caería al 13.2% de estimación de voto  (-2.66 puntos en comparación con el 28A y -0.6 puntos respecto al mes de agosto) y competiría con Unidas Podemos por ser la tercera fuerza parlamentaria en el caso de ir a unas elecciones con su propia marca.

De acuerdo con la simulación realizada por Sociométrica, el partido se quedaría en el 14% de representación y 41 diputados si finalmente triunfara la propuesta de Génova de aglutinar al PP y VOX bajo unas mismas siglas (España Suma). En el caso de que C’s también aceptara esa fórmula electoral, la propuesta obtendría el 32,1% de los votos y 131 diputados frente al 36,2% que recalaría en el PSOE, que pasaría a tener 142 diputados. Es decir, ocho años después de la cristalización del 15M, el sistema político español habría revertido, en buena medida, los efectos de la fragmentación política que ya se comenzó a dibujar en las elecciones generales de 2011 y que finalmente se instauró en las de 2015.

Por el momento, Rivera se ha mostrado reacio a la propuesta electoral a pesar de los mensajes diarios en esa dirección que lanzan los portavoces del PP. En cualquier caso, y según datos del Instituto DYM, los votantes de C’s son los que se posicionan más en contra de la propuesta que, en cambio, es bien vista por los electores de VOX (a diferencia de sus líderes, que consideran una estrategia de Génova para expulsarles del mapa político y que sólo aceptarían la propuesta en las provincias menos pobladas). El partido que lidera Santiago Abascal se movería en torno al 9,1% de media, un dato que hay que leer teniendo en cuenta las oscilaciones en las estimaciones de voto que se registran (del 7,7% de NC-Report al 12,1% que le atribuye Simple Lógica) y los datos de fidelidad de voto que recogen estudios como Celeste-Tel a propósito del 24,4% de sus votantes que volvería al PP.

El PP, por su parte, supera poco a poco el batacazo electoral que supuso el 28A. De acuerdo con los datos publicados en las primeras semanas del arranque del curso político, los populares suben al 19,4% (+0.7 puntos en relación al mes anterior), con una atribución de escaños desde los 75 (DYM) hasta los 87 (NC-Report). Pese a los datos, la debilidad del PP sigue siendo extrema respecto a su principal adversario electoral, como se constata en los datos demoscópicos y también en las valoraciones diarias de los respectivos líderes, con la corrupción como permanente china en el zapato.

Pablo Casado ha decidido compartir protagonismo con una muy eficaz Cayetana Alvarez de Toledo, capaz de movilizar a una base electoral que pide posiciones claras y, a menudo, extremas pero que puede también ahuyentar al votante más moderado. Como muestra, sus declaraciones contra las posiciones del PP vasco en el fin de semana en el que los populares celebraron su convención y los cruces cada vez menos amistosos entre la dirección nacional del PP y Alberto Núñez-Feijoo, que tiene elecciones autonómicas el próximo año en Galicia y que intenta sobrevivir al tsunami que supusieron las elecciones municipales para sus intereses. El barón popular insiste estos días en que el PP facilite la investidura de Pedro Sánchez como presidente del Gobierno para evitar una repetición electoral por sentido de Estado.

El contexto de bloqueo político también afecta negativamente a UP, que caería al 13.8% de media, medio punto menos respecto al 28A, a la espera de que Pablo Iglesias vuelva a hacer el milagro de movilizar a su base electoral. Los contactos entre ambas direcciones han constatado la enorme desconfianza entre dos formaciones políticas que, en algunos momentos, han compartido electorado y que mantienen cuentas pendientes desde hace años. Un lustro después de la emergencia de Podemos, la formación morada constata una pérdida de la inocencia directamente proporcional a los efectos negativos en el liderazgo de Iglesias. Batallas por el relato aparte, la formación política ha ofrecido todo tipo de fórmulas políticas, salvo la requerida por Moncloa: Un cheque en blanco para un gobierno de los socialistas, que insisten en una única fórmula de gobierno como la que tuvo Antonio Costa en Portugal.

Hasta el momento, y si todas las posiciones de mantienen inalteradas de cara al 23 de septiembre, podemos estar en un escenario en el que se responsabilice a UP de la repetición de las elecciones por no aceptar la propuesta del PSOE y, al mismo tiempo, que se considere a Sánchez como el único culpable de volver a acudir a las urnas el 10 de noviembre. En relación a la movilización del electorado de centroizquierda, será fundamental ver cómo ambos equipos manejan estas coordenadas en sus discursos, habida cuenta del desgaste del marco a propósito de la vuelta de la derecha como argumento. 

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La investidura fallida de Pedro Sánchez, y la posterior batalla por el relato político para distribuir culpas y responsabilidades, no hacen especial mella en los dos partidos que protagonizan el sainete desde el arranque del verano. En el momento de elaboración de este post, todo parece indicar que Ferraz sólo aceptaría someter a Sánchez a una nueva votación en el Congreso de los diputados con una condición: Si Unidas Podemos renuncia a estar en el Consejo de Ministros y se conforma con un acuerdo parlamentario que emule  el que practica en Portugal el primer ministro António Costa con el Bloco de Esquerdas y con el CDU.

Con la crisis institucional en Italia resuelta, al menos temporalmente con la muerte política de la Lega y de Salvini, los ojos vuelven a dirigirse a España ante la incapacidad manifiesta de las principales fuerzas políticas a llegar a acuerdos globales en torno al gobierno central del país, que parece vivir en una dinámica diferente a lo que lleva años ocurriendo a nivel local y autonómico. Así, ocho años después del primer aviso del desgaste del bipartidismo imperfecto en las urnas, que se confirmó en las elecciones de 2015, los partidos políticos siguen adoptando pautas de mayorías parlamentarias más potentes que las que se empeñan en arrojar las urnas desde hace cuatro años.

En el momento de elaboración de este post había algunas certezas clara: Por un lado, la negativa de UP a dar un apoyo gratuito a los socialistas para que gobiernen. Por otro, las posiciones de los portavoces del Gobierno y del PSOE, que parecen asumir como destino más probable la repetición de las elecciones generales tras una gestión de la investidura que, sobre todo, ha vuelto a poner el nombre de Iván Redondo sobre la mesa. En medio, la amplificación del juego del gallina hasta lo que parece el penúltimo capítulo de una desconfianza y un ajuste de cuentas entre partidos que, por encima de ser socios de espacio ideológico, se consideran rivales respecto a su capacidad de atracción de un mismo tipo de electorado.

Así, y a pesar de los temores que, en privado, se pronuncian respecto a una victoria del centroderecha gracias, sobre todo, a la desmovilización del electorado progresista en el caso de una repetición de las elecciones, en público todo apunta a que se mantendrá el órdago hasta el 23 de septiembre,  todo apunta a una nueva repetición de las elecciones que podría conseguir la cuadratura del círculo: En un contexto de fragmentación del voto en el espacio del centroderecha, con un PP muy debilitado que, sin embargo, ha salvado los muebles amarrando los gobiernos del Ayuntamiento de Madrid y de la Comunidad, los populares podrían volver al Gobierno de España como consecuencia, sobre todo, de la estrategia desplegada por los líderes de los partidos de centroizquierda.

Los datos de las encuestas publicadas a lo largo del mes de agosto no recogen grandes cambios en relación a las expectativas electorales de los diferentes partidos. Es decir, a pesar del bloqueo político y de la guerra de guerrilla diaria entre los portavoces de los diferentes grupos políticos, el electorado no manifiesta una voluntad de cambio del sentido del voto respecto al 28A salvo en dos tendencias: El refuerzo de las opciones del PP, que trata de liderar el espacio del centroderecha apelando a fórmulas electorales como España Suma (con la que pretende evitar el castigo que supone la fragmentación del voto en las circunscripciones menos pobladas) y de un PSOE que se sitúa claramente por encima del 30% de estimación de voto.

Así, los socialistas se moverían en torno al 34,53% de apoyo (31,15% si eliminamos el factor distorsionador que vuelve a introducir la estimación del CIS), -2 puntos en relación a la estimación del mes de julio pero +5,85 si tenemos en cuenta los datos que arrojaron las urnas el pasado mes de abril. De acuerdo con el dato de Celeste-tel, pasaría de 123 a 129 escaños, a la espera de repetir fórmulas de negociación con un UP más debilitado o con un C’s al que estos meses de bloqueo le pasa factura.

UP se movería en torno al 13.4% de estimación de voto (13,6% si eliminamos la proyección del CIS), dato que no se aleja demasiado del 13,85% estimado hace un mes y que le sitúa un punto por debajo del apoyo obtenido en las últimas elecciones generales. En la retina, en coste político de su negativa a dar un cheque en blanco al PSOE, a pesar del mensaje instaurado en torno a un refuerzo de las derechas (entre ellas la ultradereha), y la percepción de que el partido estuvo dispuesto incluso a sacrificar a su líder con tal de conseguir sillas en el próximo Consejo de Ministros.

En el flanco del centroderecha, encontramos un refuerzo paulatino del PP, al que sigue sin pasarle factura, aparentemente, las informaciones en torno a Isabel Ayuso, una de la baronesas del partido por carambola, o de la imputación de sus madrinas políticas en el PP madrileño. El partido de Pablo Casado se mueve en torno al 17,03% de apoyo (18,7% si prescindimos del dato de estimación del CIS), con un líder que poco a poco va reforzando posiciones respecto a sus votantes (62,8% de apoyo entre sus votantes de acuerdo con el barómetro de Simple Lógica de agosto, despuntando respecto a los datos que obtenían Santiago Abascal y Albert Rivera en esa base electoral) y que ha establecido dos prioridades: Dominar el discurso en su flanco ideológico (y ahí situamos la proyección de Cayetana Álvarez de Toledo) y dejar claro que su objetivo es promover una vuelta de un electorado natural que optó por otros partidos en las elecciones celebradas entre 2011 y 2019.

C’s, por su parte, se convierte en uno de los partidos damnificados de la temporada. Albert Rivera, completamente desaparecido durante el mes de agosto por decisión propia del partido, bajaría al 13,8% de los apoyos (14,6% si eliminamos el CIS), un punto por debajo de la media registrada el pasado mes de julio. Respecto a las elecciones, C’s se deja 2 puntos porcentuales, mientras aumenta la lista de personalidades que abandonan progresivamente la formación, que pivota por completo en torno a la figura de un Albert Rivera que, hasta el momento, no parece dispuesto a tender puentes con los socialistas a pesar de los mensajes lanzados desde Moncloa.

VOX, por último, se mantiene estable en un 7,9% de media (7,8% el pasado mes de julio). Según datos publicados recientemente por DYM, sus votantes serían los más proclives a explorar una fórmula electoral como la que representa España Suma dirigida, sobre todo, a superar el castigo a la fragmentación política en las provincias que menos diputados aportan. Si tenemos en cuenta dónde son fuertes, mayoritariamente, PP y VOX, tenemos la constatación de por qué estos partidos son los que más empujan en esta dirección frente a un C’s que se resiste a extender la fórmula más allá de Navarra y Euskadi, dos de las CCAA donde son más débiles electoralmente.

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El Partido Socialista, situado como referente en las negociaciones para desbloquear la investidura del próximo Gobierno de España, sigue con todo a favor para volver a gobernar el país a partir de octubre. Su acuerdo parlamentario con el BE (formación hermanada, a menudo, con Podemos) y el CDU, la geringonça, que Pedro Sánchez considera un ejemplo a repetir en una hipotética relación gubernamental con Unidas Podemos, no sólo no desgasta las opciones del partido del primer ministro, António Costa, sino que mejora sus expectativas de cara a las próximas elecciones generales.

En un marco de clara recuperación económica , el PS se movería en torno al 38,37% de media, de acuerdo con los datos publicados a lo largo del mes de julio, +2,02 puntos respecto a las estimaciones del arranque del verano; en cualquier caso, los socialistas suman +6 puntos en comparación con el resultado en las urnas obtenido hace cuatro años.

Los datos de sus socios parlamentarios sí recogen un desgaste, especialmente en las opciones de los comunistas. El CDU se movería en torno al 5,15% de estimación de voto de media, un punto por debajo del último dato registrado en este blog y, en cualquier caso, 3 puntos por debajo de los resultados de las últimas elecciones generales. El BE, por su parte, se movería en torno al 10,57% de apoyo, +1.5 puntos respecto al mes de junio; estamos ante un porcentaje similar al conseguido hace cuatro años y que es resultado, también, del efecto distorsionador que provoca la estimación de Multidados (14,7%).

En lo que no parece haber ninguna duda es en la crisis que sigue atravesando el principal partido de la oposición de centroderecha. El PSD caería al 22,27% de estimación de voto, -1,28 puntos respecto al mes de junio. Su socio de coalición,  hace cuatro años, sigue em el 6,5% de media (+0.15 puntos respecto al mes anterior). Entre ambos sumarían el 28,77% del apoyo en las elecciones, 10 puntos por debajo del resultado conseguido por Portugal à Fora, la coalición electoral bajo la que se presentaron as los últimos comicios.

Mención especial merece la estimación del PAN, que pasaría del 1,4% de los apoyos en 2015 a una estimación del 4,95%. Es posible que, igual que está pasando en otros países europeos, la formación ecologista comience a atraer a un tipo de electorado que, en otro contexto, podría dar su confianza a partidos políticos como los que acompañan al PS en la  geringonça. 

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Los sondeos publicados antes de la investidura fallida de Pedro Sánchez como presidente del Gobierno, por segunda vez en su trayectoria, confirman la tendencia: Tanto PSOE como PP siguen en ascenso aprovechando las debilidades de sus competidores ideológicos, aunque el sistema político seguiría estando bloqueado. Las pérdidas y ganancias se establecen entre bloques políticos, lo que dificulta desatascar una investidura en la que el PSOE aparece como primera fuerza pero sin la potencia suficiente para prescindir del apoyo de UP y apoyarse sólo en la geometría variable de los nacionalismos periféricos.

En el caso del PP ocurre algo similar: Recupera espacio perdido a un ritmo muy lento y sus datos le dejan muy lejos de poder repetir en el Congreso de los diputados los acuerdos alcanzados con C’s y VOX en otras instituciones. En este sentido, merece especial mención VOX, que a pesar de apuntarse como tantos obligar a sentarse a negociar a PP y C’s para desbloquear gobiernos autonómicos (los últimos ejemplos, Murcia y Madrid), se desinflan ante la posibilidad de un posible adelanto electoral, una opción que conviene no descartar del todo tras la derrota parlamentaria del PSOE.

Mientras se deshoja la margarita de una negociación que, según todo apunta, se parecerá a la fórmula portuguesa, con un gobierno monocolor y apoyos parlamentarios de otras fuerzas políticas, los sondeos publicados llevan a un lugar destacado al PSOE, que sigue sacando 12.5 al segundo, una vez eliminado el dato del CIS del promedio por su efecto distorsionador. A pesar de esa ventaja, los estudios publicados apuntan que el electorado responsabilizan, sobre todo, a los socialistas del bloqueo de la situación (según Sociométrica), con un porcentaje nada desdeñable que apuesta por repetir las elecciones generales,  de acuerdo con la empresa demoscópica de cabecera de El País, anterior correa de transmisión de Ferraz.

Con un 33.1% de los votos (31% si eliminamos el dato del CIS por el sesgo que aporta), el PSOE volvería a ser la primera opción con una atribución de 131 escaños, de acuerdo con los datos de Celeste-Tel, que recoge un aumento de la abstención en el caso de repetición de las elecciones; en este escenario, los socialistas ganarían 4.42 puntos y volvería a certificar una recuperación de su suelo electoral, hundido desde 2015.

El PP, por su parte, confirma su recuperación respecto al batacazo electoral del pasado 28A y se movería en torno al 17.4% de estimación de voto (18.6% si eliminamos de la variable el porcentaje del CIS, que vuelve a situarle en el 13.7%). En su horquilla mayor, hablamos de una recuperación de casi dos puntos que se traducirían en 79 diputados; los populares siguen tendencia alcista, algo que se podría confirmar en las próximas oleadas de estudios demoscópicos, sobre todo al constatarse que finalmente ha logrado amarrar gobiernos clave para Pablo Casado, con especial mención al Ayuntamiento y la Comunidad de Madrid.

La mejor noticia para Génova es que se aleja la posibilidad de sorpasso de C’s. La formación naranja, que sigue con el goteo de bajas de históricos del partido, al tiempo que se reafirma el núcleo duro en torno a Albert Rivera, se movería en torno al 14.8% de estimación de voto, un punto menos que en las últimas elecciones generales y que el promedio de las encuestas publicadas durante el mes de junio.  Se confirmaría, pues, que la formación naranja podría haber tocado techo electoral el pasado 28A, dato que se completa con las dificultades que podría tener en Cataluña. Tras la marcha de Inés Arrimadas del Parlament, tanto el GESOP como el CEO sitúan a C’s como cuarta fuerza parlamentaria, por detrás de ERC y del PSC y en clara competición con JxC.

Buena parte del interés por los datos demoscópicos que se van publicando tienen que ver con la fortaleza de Unidas Podemos, sobre todo tras la exhibición de una negociación a cara de perro en la que se ha proyectado un interés por ocupar cargos en un hipotético gobierno de coalición de Sánchez y una negativa clara de los socialista a permitir esa posibilidad. Por el momento, los datos apuntan a que UP no sufren un desgaste excesivo por sus tácticas de negociación y se moverían en torno al 13.85% de estimación de voto, medio punto más que hace un mes y apenas medio punto menos que su último resultado en las urnas.

Veremos en los próximas semanas la relación entre socios, con IU ya manifestando públicamente que no compartía la manera de negociar de Pablo Iglesias, una vez alejado el riesgo de un salto de Más Madrid a la política nacional. Iñigo Errejón ha aprovechado estos días para desmentir esa posibilidad, que atribuye a la rumorología, y a ofrecer una imagen de líder realista y sosegado, más del tipo que preferiría Sánchez en esta nueva fase para buscar «acuerdo de carácter programático vinculado a la sociedad civil», tal y como lo explicitó en la carta que dirigió a la militancia:

Los datos publicados sitúan a VOX en el 7.8% de estimación de voto, +0.3 puntos respecto al mes anterior pero -2.4 puntos en comparación con su último resultado en las urnas. Como apuntábamos inicialmente, la formación sufre un desgaste en los sondeos a pesar de haber exhibido fortaleza en la negociación de los gobiernos autonómicos y municipales, que se han desbloqueado recientemente. Ahora, le queda un trabajo de vigilancia permanente, con capacidad para trasladar a la ciudadanía su utilidad como partido y, sobre todo, su capacidad para imponer la agenda con la que concurrió a las elecciones. No es tan sencillo como parece, sobre todo si comienza a recibir críticas de teóricos colaboradores en los medios como Federico Jiménez Losantos.

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El mes de julio ha reforzado demoscópicamente la impresión de que la próxima batalla en Alemania se medirá entre la CDU y los Verdes, que definitivamente sustituyen al SPD como la gran alternativa política a los conservadores y a lo que representan los gobiernos de coalición entre los partidos centrales del sistema político alemán. Aunque en el blog no hemos podido continuar la serie histórica, los sondeos publicados desde el pasado mes de mayo apuntalan la sustitución de la socialdemocracia por una alternativa política que, en estos momentos, conecta con el movimiento ecologista que ha rebrotado, sobre todo, en el continente europeos.

Los datos demoscópicos publicados a lo largo del mes de julio sitúan a la coalición verde en el 23.9% de estimación de voto media (+15 puntos respecto a las elecciones de 2017), con sondeos , como el de Infratest, que le sitúa empatado con la CDU en el 26% de la representación. Tras el sorpasso a los socialdemócratas, en las elecciones de mayo, en las que lograron un apoyo del 20,5%, los Verdes emergen como la formación de oposición a lo que representa la Gran coalición, con especial mención a la sangría de votos que vive el SPD, desnortado ideológicamente y también sin liderazgo, Andrea Nahles, tras el paso atrás que dio tras los resultados del partido en las elecciones europeas.

La CDU se movería en torno al 27.5% de estimación de voto (-5.4 puntos respecto a su representación actual), en lo que sería su peor resultado en las urnas desde la refundación del sistema político germano tras la Segunda Guerra Mundial. No ayuda a sus intereses la progresiva y esperada retirada de Angela Merkel de la primera línea política, en mitad de rumores sobre su estado de salud, ni la falta de empuje de su sustituta, que recientemente se ha convertido en ministra de Defensa del Gobierno de la Grosse Koalition.

Ya en otros niveles encontramos la resto de fuerzas del arco parlamentario. Por un lado, la ultraderecha, que sigue en plena competición con el SPD por ser la tercera fuerza política del país. AfD, que pulsará en estos meses su pujanza en las elecciones convocadas en el este del país, se movería en torno al 12.5%, un resultado casi idéntico al conseguido en 2017, con oscilaciones de estimación de voto entre el 11.5% (Allesbach) o el 14.5% (INSA), mientras que los socialdemócratas caen al 13.25%, con una tendencia a la baja en los sondeos publicados a partir de la segunda mitad del mes. En dos años pierde 7.25 puntos y profundiza su suelo electoral.

Ya en los escalones inferiores encontramos a los liberales, que se asientan en el 8% de la representación (-2.7 puntos), y Die Linke, que repta por el 8.3% a pesar de la sangría de votos que sufre el SPD. Queda claro, pues, que la izquierda no es la alternativa preferida del electorado en mitad de la debacle agónica de la socialdemocracia germana, que prefiere dar su confianza a un tipo de ecologismo liberal,  partidario de reformar el sistema sin cambiarlo, de promover una sociedad más justa y sostenible  sin cuestionar el libre mercado, con una política fiscal más laxa que conecta con las clases medias y funcionariales.

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124 votos a favor (PSOE y el diputado del Partido Regionalista Cántabro), 155 en contra y 67 abstenciones (Unidas Podemos, ERC, PNV y Bildu). Éste fue el resultado de la segunda votación de investidura de Pedro Sánchez como presidente del Gobierno. Por segunda vez en tres años, el candidato socialista sale del hemiciclo con una sonora derrota que, a diferencia de 2016, se asume como un error de análisis y de estrategia del PSOE, dividido entre las artes desplegadas desde Moncloa por el propio presidente del Gobierno en funciones y su director de gabinete, Iván Redondo, y la falta de comunicación con Ferraz, como ha quedado patente en las intervenciones de Adriana Lastra.

Los resultados electorales de las autonómicas y municipales de mayo fueron el pistoletazo de salida hacia un cambio sutil de estrategia que parecía nítido la noche electoral del 28 de abril: El electorado había respondido el llamamiento de los partidos progresistas para frenar a VOX y todo parecía abonado para un acuerdo amplio entre socialistas y UP, en plena fase de distensión tras el protagonismo de la formación morada en la conformación de la mayoría que finalmente aupó a Sánchez a La Moncloa tras la moción de censura. Los gritos de la militancia socialista, en Ferraz, negando un posible acuerdo con C’s parecía marcar el camino del líder socialista, que ganó las primarias de su partido prometiendo, precisamente, que escucharía a la militancia.

Semanas después se confirma que la relación entre los dos partidos ubicados en el espectro del centroizquierda está más que deteriorada, con un cruce de acusaciones en la misma tribuna del Congreso de los diputados. Atrás quedan semanas de ninguneo a Podemos, con una seducción nada disimulada a un Ciudadanos que, definitivamente, está echado al monte, o la petición de que el PP actúe con sentido de Estado absteniéndose en la investidura de Sánchez, algo que el presidente del Gobierno en funciones volvió a sugerir en una entrevista en Tele5, la primera tras su derrota parlamentaria. De repente, el recuerdo de la investidura fallida de 2016 se instala en el recuerdo del electorado todavía interesado por el devenir del parlamentarismo español, que ha demostrado estos días  capacidad de innovación en términos de negociación parlamentaria.

La experiencia de otros países confirma que la discreción suele ser la estrategia más certera para negociar equipos entre formaciones políticas diferentes y, a menudo, rivales directos. Estas semanas hemos visto que, en España, lo que ha primado es aportar demasiada luz sobre una negociación de lo que se vislumbró inicialmente como un gobierno de coalición y que quedó finalmente desdibujado en una suerte de gobierno socialista con una vicepresidencia social y algunas carteras en manos de Unidos Podemos.

Durante estas semanas hemos visto entrevistas de los negociadores en los que confirmaban los términos que se estaban debatiendo. Según se acercaba la fecha del debate de investidura, a las entrevistas se sumó la filtración de documentos y la traslación al electorado de los términos de una negociación que partía de un supuesto: El PSOE se siente vencedor de unas elecciones generales que, en la práctica, le dieron sólo 123 diputados con un líder, Pedro Sánchez, que no ha sentido la necesidad de sentarse a negociar con ninguna fuerza política bajo el argumento de que nadie quiere volver a repetir las elecciones en otoño ante la falta de acuerdo.

Viñeta de Vergara en eldiario.es

Sobre esa base, la realidad, que no es otra que la complicada relación entre PSOE y UP, que entiende que la formación morada vino a ocupar un espacio electoral que le pertenece por derecho y que se ha notado en los extremos de la negociación: O rendición total, con la aceptación de carteras ministeriales importantes pero no nucleares, o nada. Ha parecido que los socialistas han buscado, sobre todo, un ajuste de cuentas con UP por lo ocurrido en el pasado, desde la mención a los GAL en sede parlamentaria a la consideración del PSOE como parte del régimen a derribar, en 2014.

Baste recordar, en este sentido, que Sánchez era el líder socialista mientras los sondeos aupaban a UP como segunda fuerza parlamentaria y que ya vivió en 2016 las consecuencias de la primera derrota de su investidura, derrota que terminaría, en octubre, con su dimisión como secretario general y su vuelta tras una resurrección política que sólo se entiende por el estado de opinión general.

A la relación conflictiva entre Pablo Iglesias y Pedro Sánchez, que no se caracteriza precisamente por un liderazgo muy potente y/o atrayente, se suma la relación de desconfianza entre el PSOE y UP que se ha notado en la negociación in extremis de la investidura. Desde hace dos semanas, el espectáculo ha sido un ejemplo de manual de cómo no se debe afrontar una negociación de estas características: Relato, al minuto, del estado de las negociaciones en medios de comunicación y Twitter; filtración de propuestas y contrapropuestas, en algunos casos para denunciar que UP quería entrar en el Consejo de Ministros con el fin último de tocar poder, como si ésa no fuera la intención de cualquier partido político; y ninguneo de las carteras ministeriales ofrecidas, por un lado, sin asumir, por el otro, que precisamente se ofrecía a UP materias no nucleares de la acción de gobierno.

Por otro lado, se ha explicitado el veto a la figura de Iglesias, que anunció que no sería ministro si ése era el escollo de la negociación a pesar de que la militancia había votado antes a favor de no aceptar vetos de ningún tipo. También se ha visto la tensión en el propio seno de UP, con IU manifestando su desacuerdo con la estrategia defendida por la dirección. Y, como trasfondo, la confirmación de que el PSOE no se sentía cómodo con la imagen que proyectaría un gobierno compartido con miembros destacados de UP en el Consejo de Ministros. Lo ocurrido en el ciclo electoral 2014-2016 vuelve a pesar en la relación de ambos, habida cuenta de que sus líderes siguen siendo los mismos.

Como envoltorio, propuestas en la misma tribuna del Congreso de los Diputados por parte de Iglesias (azuzado, presuntamente, por José Luis Rodríguez Zapatero), en una nueva innovación de las artes de negociación «made in Spain», y una abstención, la de UP, que confirma la dificultad de la izquierda para asumir responsabilidades y el papel que le toca jugar en la historia. Ahora quedan dos meses para que Sánchez vuelva a intentar seducir a Albert Rivera y/o a negociar, de forma más discreta, un  posible gobierno entre potenciales sociales que deben comenzar por trabajar sus relaciones de confianza. Y todo ello con el espantajo de una repetición de las elecciones generales, en noviembre, a las que el PSOE iría confiados en un buen resultado pero que UP no quiere ver ni en pintura, por el coste de la negociación en forma de abstención y por la posibilidad de un nuevo competidor en la figura de Iñigo Errejón.

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España parece vivir un déjà vu respecto a 2016 que, a su vez, tiene mucho que ver con la contestación hacia las políticas del PSOE que cristalizaron en el 15M y en la fundación de Podemos como el partido que canalizó aquel caudal de protesta. Dos meses y medio después de las elecciones generales, en las que el PP obtuvo el peor resultado de su historia y con un PSOE que recupera espacio por primera vez desde 2008, el país vive un bloqueo institucional que parece dirimirse en la presión para que Unidas Podemos  (42 diputados) renuncie a su entrada en el gobierno de Pedro Sánchez (123 escaños), a la espera de que los partidos nacionalistas periféricos  voten a favor o se abstengan en la segunda votación de la investidura del líder socialista.

Este jueves, el presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, se salió del guión previsto para anunciar que llamaría a Pablo Iglesias con el fin de «poner en marcha dos equipos que empiecen a hablar de lo que importa a los ciudadanos» y formalizar un acuerdo que permita arrancar la legislatura con un presidente socialista en La Moncloa. Todo ello apenas 48 horas después de la ruptura exhibida entre el propio Sánchez e Iglesias tras su último contacto en La Moncloa, con discrepancias entre lo que se habría hablado y/o acordado.

La primera señal del malestar entre ambos, que se trasladó también en la conversación mantenida este jueves, la dio el líder de Unidas Podemos, que ni siquiera compareció ante la prensa para valorar la reunión o dar pinceladas sobre un posible acuerdo del gobierno de cooperación del que habla el PSOE en las últimas semanas.  La segunda, las declaraciones de Adriana Lastra, que avisó a la formación morada de que no habría segundas oportunidades.

Viñeta de Ferrán Martín realizada en enero de 2016

De nuevo la desconfianza entre ambos líderes, como durante la negociación de la primera investidura fallida de Sánchez, en 2016, con los papeles cambiados: UP es el socio más débil frente a un PSOE que recupera espacio electoral, en buena medida a costa de la formación morada. Se cierra así el círculo abierto desde 2011, con la fuga de votantes progresistas que, a partir de 2014, recalaron sobre todo en Podemos y la promesa de desplazar al PSOE como principal fuerza del centroizquierda español.

Todo apuntaba, pues, a que éstabamos abocados a una repetición de las elecciones debido, sobre todo, al ultimátum por parte de los socialistas al trasladar al líder de UP que no prevé que haya miembros de la formación morada en el Consejo de ministros, llevando así la presión al partido de Iglesias: O rendición total, con un cheque en blanco para los socialistas, o arriesgarse a ir a una repetición de las elecciones generales en las que seguramente no salga beneficiado (con o sin Iñigo Errejón liderando propuesta electoral). En manos de Iglesias estaría su definición como el gallina que se tiraría del vehículo en marcha para salvar la vida o su suicidio político. Al menos hasta el enésimo triple salto mortal anunciado por el propio Sánchez.

En el momento de elaboración de este post sólo hay una certeza: El reloj se pone en marcha el 22 de julio, fecha anunciada del debate de investidura en el que Sánchez buscará el apoyo de la Cámara para repetir cargo como presidente del Gobierno, para lo que sólo cuenta, por el momento, con los votos a favor del PSOE. Hasta el anuncio de Sánchez, que ha venido a confirmar que el líder socialista va por libre , se entendía la nueva convocatoria electoral como un escenario no descartable y que favorecería, en principio, a PP y PSOE como fuerzas tradicionales del sistema de partidos español.

Escenario 1: Refuerzo del PSOE a costa de UP

Los sondeos publicados indican que el bloqueo beneficia al PSOE, que superaría el 30% de estimación de voto con un aumento de la abstención, que se situaría en torno al 32%. El aumento del apoyo al PSOE se explica por la fidelidad de su electorado y por la caída en las expectativas de UP, que salvaron la primera bala en las elecciones generales y que siguen purgando el fracaso de las alianzas en plazas simbólicas como Madrid, epicentro de toda la actualidad nacional, como no podía ser menos.

Y es que, a la parálisis en el Gobierno central se suma la situación que se vive en CCAA como Madrid, con el Ayuntamiento de la capital generando noticias diarias por su decisión de desmantelar todo lo que huela a carmenismo, o Murcia, con VOX negándose a apoyar un gobierno de centroderecha con el PP y C’s, que orbita entre alimentar el espectáculo político con presuntas agresiones en manifestaciones como las del Orgullo Gay del pasado fin de semana y su negativa a reunirse con el líder del PSOE.

A la espera de comprobar la eficacia de las negociaciones entre PSOE y UP, manejamos la hipótesis de una repetición de los comicios generales, con estrategias diferentes respecto al 28A. Si se confirma el fracaso de los negociadores, es sumamente improbable que Ferraz, que estas semanas ha protagonizado un nuevo viraje al centro, vuelva a protagonizar una campaña con la apelación a frenar a la ultraderecha, pero con Pedro Sánchez e Iván Redondo a los mandos todo es posible.

En cualquier caso, todo hace pensar en que el PSOE maneja obtener un buen resultado en una repetición de los comicios (más de los 131 diputados que le atribuye el sondeo de Celeste-Tel), a la espera de que el PP haga su trabajo en relación a una recuperación del electorado perdido el 28A en dirección a VOX y a C’s. Los datos demoscópicos publicados apuntan a que el PP de Casado recupera una parte del suelo electoral perdido en los comicios, con niveles de apoyo más parecidos a los que el partido obtuvo en las municipales y autonómicas del mes de mayo.

El espectáculo diario de las negociaciones con VOX y, sobre todo, con un C’s que ya se mueve cómodo en ese espacio ideológico hacen presagiar un voto de castigo de sus respectivos electorados, algo que podría terminar beneficiando a un PP que se proyecta como una formación política previsible: El objetivo es gobernar y si hace falta hacerlo con C’s y VOX habrá negociación.

Escenario 2: Refuerzo de las derechas

Las elecciones de abril confirmaron una fragmentación en el espacio del centroderecha inédita desde la Transición política. La debilidad extrema del PP (66 diputados), tras una transición atropellada y, a menudo, polémica lideradada por Pablo Casado necesita de cierto sosiego para acomodar proyectos de partido y de país. Con VOX y C’s deparando titulares diarios, a cada cual más polémico, el PP se proyecta como un partido razonable, quizás como el padre de hijos conflictivos que debe mediar entre ellos para conseguir objetivos.

El posible adelanto electoral no es una mala noticia para el PP, que estaría recuperando voto perdido en los anteriores comicios, un voto que podrían multiplicar sus ganancias con la aplicación de la LOREG, sobre todo en la España interior. Y eso a pesar de que Casado lidera un proyecto que aún no está maduro y que presenta aristas, como su decisión de disputar el espacio conservador con muy pocos guiños al centro, completamente abandonado tanto por populares como por C’s.

Escenario 3: El PP devuelve el favor a Sánchez

En 2016, el PSOE decidió abstenerse en la segunda votación de investidura de Rajoy como presidente del Gobierno. El partido, ya sin Pedro Sánchez al frente, decidía actuar con sentido de Estado y favorecer la gobernabilidad en el país. Hoy, este escenario está abierto, como antesala a la recuperación del poder central de los partidos políticos tradicionales. Ironías de la vida, Casado devolvería el favor a Sánchez, artífice del «no es no» que, finalmente, acabó con su primera etapa como secretario general, aunque para eso haría falta una abstención en bloque del Grupo Popular, que protagonizaría otra imagen inédita en la historia parlamentaria del país.

En esa línea se pronunciaron los diputados socialistas que facilitaron la investidura de Rajoy, la mayoría de ellos defenestrados por la dirección federal de Ferraz, que pidieron al PP que apoyen sin condiciones la investidura de Sánchez: «No os pedimos la abstención a favor de un Gobierno socialista. Os pedimos que os abstengáis para que España tenga un Gobierno. No os pedimos que hagáis nada que no hayamos hecho antes nosotros».

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Alexis Tsipras cayó con honor. Con un 57,92% de participación, los griegos confirmaron las tendencias de los sondeos sobre estimación de voto, con un refuerzo claro de las opciones que representan Nueva Democracia y Syriza. El centroderecha griego ganó las elecciones con el 39,85% de los votos, que confirmó su mayoría absoluta parlamentaria (158 diputados de los 300 que componen el Parlamento heleno) gracias al bonus de 50 diputados que establece la ley electoral para el partido más votado.

ND sube 11.75 puntos en cuatro años, un escenario que se entiende por la desaparición de buena parte de los partidos ubicados entre el centro y la extrema derecha. Ni Amanecer Dorado ni Griegos independientes (Anel) lograron representación parlamentaria en la cámara parlamentaria menos fragmentada desde los comicios de 2012, lo que viene a confirmar el éxito de una campaña electoral centrada en la movilización y en la concentración del voto en una formación política, una campaña que ha dado resultado en casi todo el país. Así, un repaso por el resto de fuerzas parlamentarias confirman que, salvo Solución Griega y EK, más ubicados en el centro liberal, el resto de opciones se mueven en el espectro del centroizquierda, dato que tiene su importancia, sobre todo de cara al futuro.

ND fue la primera opción en todas las regiones y municipios excepto en Creta,  Arta, Atenas occidental, Achaea y Xánthi, único bastión en el norte del país en el que Syriza fue primera fuerza. Su fracaso en prácticamente todo el norte del país hace pensar en los efectos del acuerdo firmado con Macedonia y del voto de castigo sucesivo consiguiente que lleva a la izquierda radical a la oposición. Será interesante comprobar cómo Syriza afronta la próxima legislatura una vez que ha asumido, en el Gobierno, el realismo en política y que Atenas no tiene fuerza, en estos momentos, para liderar ningún cambio de posición radical en relación a los rescates financieros.

En culquier caso, Kyriakos Mitsotakis, nuevo primer ministro, no ha logrado acabar con Syriza, que ha logrado un resultado más que aceptable si tenemos en cuenta los virajes de Alexis Tsipras en relación a la política económica, a la política exterior griega e incluso como el símbolo de la izquierda alternativa que en su momento pretendió liderar en Europa y que hoy pasa por horas bajas (como ejemplos bastan la situación en la que sobrevive hoy el M5S en Italia o Podemos en España).

El domingo, la izquierda griega consiguió salvar los muebles y quedó muy por encima de los márgenes de los sondeos sobre estimación de voto previos a las elecciones. Con un 31,53% de los votos, logra un buen resultado, más que aceptable si se tiene en cuenta que, en relación a las elecciones de 2015, pierde apenas 3.96 puntos, que es lo que gana el partido que lideró en estos comicios Yanis Varoufakis (MERA25, con el 3,44% de los votos y 9 diputados).

El respaldo a Tsipras, pues, ha sido más que aceptable a pesar de la propaganda en su contra en países como España por su viraje en la política económica tras las últimas elecciones y a pesar del resultado del reférendum sobre el tercer rescate financiero. Y de paso, apunta el camino del primer ministro heleno, que ya ha hablado directamente de volver a negociar con la Troika medidas para aligerar la carga financiera sobre el país,al tiempo que confirma el refuerzo del bipartidismo en Grecia, con Syriza como sustituto del PASOK. Las dos primeras fuerzas políticas concentran el 71.38% de los votos en el Parlamento, algo que no ocurría desde las elecciones generales de 2009.

Amanecer Dorado se queda sin representación parlamentaria, aunque es sustituido por Solución Griega, que entra con el 3,70% del apoyo y 10 diputados, cumpliéndose así también las últimas estimaciones de los sondeos. La tercera posición la ocupa ahora KINAL, la evolución política del PASOK, que obtiene el 8.10% de los votos frente al 6.29% conseguido hace cuatro años por la socialdemocracia clásica helena. Por su parte, el KKE vuelve a confirmar su techo y suelo electoral, con un 5.30% de los apoyos y 15 diputados, los mismos que consiguió en las últimas elecciones.

Quedan fuera del parlamento opciones como EK, fundada para sustituir a To Potami, y con la intención de ocupar el centro político; se queda en el 1.24% de los votos. Lo mismo sucede con LAE (0,28% de los votos) y otras opciones que nacieron de las escisiones de Syriza por desacuerdo con la decisión de Tsipras de cumplir con el mandato de la Troika, muy presente todavía en el día a día económico y financiero del país.

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