Desde que Mariano Rajoy fue elegido por el dedo divino de José María Aznar como su sucesor natural al frente del Gobierno y del PP, se ha especulado a menudo con su perfil de antilíder. Basta con un repaso superficial en las heremotecas para comprobar cómo Rajoy ha sido infravalorado por propios y ajenos desde el otoño de 2003 y, con especial virulencia, tras la segunda derrota electoral frente a José Luis Rodríguez Zapatero en las elecciones generales de 2008.
El hundimiento del PSOE desde el año 2010 ayuda a explicar la emergencia de Rajoy como un líder atípico pero que, sin embargo, ha protagonizado la etapa de mayor control partidista del país desde la instauración de la democracia. A menudo hemos hablado de la «ola azul» que cristalizó desde las elecciones municipales y autonómicas de 2011, una ola que se apuntaló con la mayoría absoluta del PP en los comicios generales de 2011 y que comenzó a perder altura en el ciclo electoral que arrancó en 2014.
Rajoy, al que pudimos dar por desahuciado tras las elecciones generales de 2015, a la espera de un acuerdo entre las fuerzas emergentes y el PSOE, hoy vuelve a estar plenamente recuperado al frente del Gobierno y, sobre todo, al frente del PP. El próximo mes de febrero, el partido celebrará congreso y, salvo sorpresa, Rajoy será el único candidato a la presidencia, a la espera de que se confirme si él será el encargado de pilotar la renovación interna de cara al futuro.
El presidente del PP puede anotarse otra victoria simbólica: Esta semana, el ex presidente del Gobierno y presidente de honor del PP, José María Aznar, anunció esta semana, a través de una carta pública, que abandona el cargo que mantenía en el partido. Lo justificó por la situación en la que se encuentra su fundación, FAES, ya desvinculada del PP y ante la incoherencia de impulsar un think tank con vocación independiente mientras mantiene su vinculación al partido que ayudó a unir y que convirtió en la principal fuerza del centroderecha del país.
El Gobierno asumió la noticia con tranquilidad y, poco después de filtrarse la noticia, fuentes de Moncloa confirmaron que Mariano Rajoy había hablado por teléfono con José María Aznar en una conversación que, según dichas fuentes, transcurrió en buen tono. A pesar de las informaciones que apuntan a que Aznar podría ser el epicentro de un nuevo partido que disputara el espacio electoral del PP, la realidad es contundente: Aznar es un cadáver político desde que se conocieron los casos de corrupción que salpican toda su gestión al frente del PP desde los años ’90. Tampoco ayudó a mejorar su imagen que el artífice del «milagro económico» del PP, Rodrigo Rato, se encuentre en la situación que está en estos momentos.
Se apunta, por lo tanto, a la constación de una ruptura que tiene una parte personal pero, sobre todo, de trayectoria profesional. FAES quiere impulsarse como una fundación de renombre y para ello tiene que atraer donaciones, algo que dificultaba mucho su conexión con el PP. Más allá de los desencuentros entre la actual dirección y los informes de FAES respecto a casi todo, parece que Aznar ha querido romper con los vínculos que le ataban, aunque fuera simbólicamente al PP, para dedicarse de lleno a la proyección internacional que promueve desde hace años y que podría dar sus frutos próximanente por su vinculación con el Partido Republicano de EEUU.
Los tiempos del Rajoy moderado
Sea como fuere, Rajoy puede sumar, por lo tanto, una muesca en su revólver: Con su manera de entender la política, basada en la idea de que todo fluya y que pase lo que tenga que pasar, se ha quitado de encima a todos sus rivales en el partido. Ocurrió en 2003, cuando Aznar le eligió frente a Rodrigo Rato, al que recuperó como aliado en la legislatura 2008-2011 y al que mantuvo cerca hasta su caída en desgracia. Se ha llevado por delante a buena parte de los dirigentes que formaron el equipo que unificó y convirtió al PP en el partido de referencia del centroderecha español, como Jaime Mayor Oreja, Esperanza Aguirre o Alberto Ruiz-Gallardón. A pesar de los rumores de que Soraya Sáenz de Santamaría podría ser el relevo natural de Rajoy tras 2015, hoy nadie se acuerda de la vicepresidenta salvo por sus gestiones para reconducir el conflicto catalán.
Hoy vuelve a ser un buen momento para volver a recuperar el libro de Antón Losada, Código Mariano, especialmente entre quienes aún definen a Rajoy como un líder torpe o incluso tonto. 13 años después de haberse convertido en el designado por Aznar para continuar con su herencia en el Gobierno, Rajoy se postula como un líder moderado y con vocación de diálogo, tal y como confirman los últimos acuerdos con el PSOE y, en menor medida, con C’s, que batalla estos días para no perder la imagen de partido capaz de negociación.
No ha sido ésta su imagen habitual: El presidente del PP fue el claro superviviente de la estrategia de confrontación que lideraron Angel Acebes y Eduardo Zaplana entre 2004 y 2008, siendo capaz de proyectarse luego como un líder moderado capaz de atraer a una parte del voto desidelogizado y de centro enfadado por José Luis Rodríguez Zapatero. La mayoría absoluta de 2011 provocó la caída de esa imagen tras poner en marcha una estrategia basada en el rodillo parlamentario y en la ausencia de diálogo con agentes sociales o el resto de fuerzas políticas.
Sorprendentemente, tanto el PP como Rajoy han sido capaces de recuperar una imagen de disposición al diálogo y la moderación tras las elecciones de 2015 y, sobre todo, después de la dimisión de Pedro Sánchez como secretario general del PSOE. Durante estas primeras semanas, y a pesar del acuerdo firmado entre populares y C’s, Génova y Moncloa parecen más cómodos apoyándose en los socialistas, que pueden vender cambios sociales y políticos en la práctica frente a los marcos teóricos de Unidos Podemos.
CODA. El PSOE sigue deparando información absolutamente increíble. El jueves, la cuenta oficial en Twitter confirmó que a trabajadores de la casa les había tocado el Gordo de la lotería de Navidad y se les felicitaba por ellos. A lo largo del día se supo que los décimos agraciados habían sido un regalo de la administración de lotería en la que se compran, todos los años, los décimos del número que oficialmente juegan los trabajadores de la sede central del PSOE.
Hasta hace unos años, esos décimos se cedían al partido (también sus premios). Tras conocerse que el Gordo había caído en Ferraz, se conoció que esa práctica se había modificado hace años, de manera que los décimos regalados se repartían entre la persona encargada de la compra de los décimos, el gerente del partido y trabajadores del departamento de administración.
Durante el jueves, trabajadores de Ferraz reclamaron que los agraciados cedieran las ganancias al partido, habida cuenta de la situación financiera que vive desde hace años. Hasta el momento, los ganadores del premio de lotería se han negado a tal fin, argumentando que ellos pagaron por los décimos y las participaciones premiadas, por lo que el premio les corresponde. En el momento de elaboración de este post, el gerente del partido, Goyo Martínez, había denunciado en comisaría la desaparición de su décimo premiado