La victoria del Brexit en Reino Unido o de Donald Trump en EEUU constituyen dos de las citas informativas que están sirviendo para que los medios de comunicación anglosajones analicen sus trayectorias profesionales bajo una misma premisa: Cuándo los medios, que deberían contar y analizar lo que pasa en la realidad, se convirtieron en parte interesada, y cómo fue posible equivocarse tanto de diagnóstico a pesar de que la realidad es tozuda y muestra (mostraba) que los electorados transcurren por vías paralelas a las que piensan y defienden los mass media.
En las últimas semanas se ha puesto de moda hablar de «posverdad» para referirse a aquella situación en la que «los hechos objetivos influyen menos en la formación de la opinión pública, que los llamamientos a la emoción y a la creencia personal». En contextos de democracias estables, en los que la libertad de expresión y de prensa juegan un papel determinante en tanto calidad democrática, este término no explica por qué se ha producido esa aparente ruptura entre ciudadanía y medios de comunicación, una ruptura basada en la desconfianza. Sobre este punto hemos hablado en numerosas ocasiones en este blog.
Es por ello que nos parece muy relevante la reflexión del actor Denzel Washington sobre el estado del periodismo actual:
Las declaraciones de Washington nos permite anticipar dónde está parte de la falta de confianza respecto a la prensa por amplias capas de la población, que se muestran más incentivados, por ejemplo, a creer lo que se publica en las redes sociales: Confusión de intereses generales con los empresariales; implantación de la información como un factor de entretenimiento más y no como el mecanismo de construir ciudadanía; convertir la información en un elemento de consumo más, con lo que cobra plena actualidad vender contenidos; ahí está la raíz de facilitar al público contenidos superficiales incluso cuando se refiere a temas que no lo son; sustituir el periodismo por declaraciones y anécdotas sin valor informativo; nefasta calidad informativa generalizada; manipulación con interés no declarado; precariedad de un sector que recoge el interés por amplias capas de la población por estar informado sin necesidad de pagar por dichos contenidos; monopolio del clic como elemento para la elección de temas, etc.
Una prueba más: Hace unos días, ciudadanos anónimos y dirigentes internacionales mostraron su estupefacción y repulsa por la situación que viven los civiles en la ciudad siria de Alepo tras la salida de rebeldes y/o opositores al régimen de Assad. Este sentimiento generalizado no deja de resultar indignante si tenemos en cuenta que la ciudad, que se convirtió en el referente de la primavera árabe siria, ha permanecido en estado de sitio desde hace prácticamente cinco años. Más datos: la situación de los civiles y la salida política al conflicto ha estado de permanente actualidad en la agenda mediática durante estos años, sobre todo por la deriva en guerra civil y en tablero de ajedrez de intereses de potencias regionales. Pese a la evidencia, parece que ciudadanos y dirigentes políticos HOY descubren lo que estaba ocurriendo en Alepo. Definitivzamente, «si lees los periódicos, estás mal informado»