La política griega entra en terreno conocido. En enero de 2015, Syriza ganó por primera vez unas elecciones generales con un porcentaje de voto similar al que obtenían los principales partidos del sistema político griego antes de la caída libre que supuso el Gobierno tecnócrata colococado tras la dimisión de Papandreu. La presión de los acreedores internacionales y la negativa de Syriza a renunciar a su programa electoral derivó en la celebración de un referéndum que se convirtió en una suerte de plebiscito sobre lo que los griegos iban a aceptar de Bruselas.
Tras la victoria del no, Syriza se sometió de nuevo al beneplácito de las urnas, en septiembre de ese mismo año, certificándose como el partido más fuerte de la política griega. Desde entonces, no ha hecho más que caer en todos los sondeos sobre intención de voto, debido, sobre todo, a la propia renuncia de su programa electoral en aras de un acuerdo sobre el tercer rescate europeo a Grecia, que parece a punto de llegar, y con los sacrificios habituales en recorte de gasto público y reformas fiscales que se aplicarán en 2018 y 2019.
Los últimos reseñables, la venta de infraestructuras a empresas alemanas, francesas e italianas o el recorte número 13 en siete años a las pensiones: La pensión mínima baja de 486 a los 384 euros y se eleva de 15 a 20 años el mínimo de años cotizados, con restricción de acceso a las pensiones por prejubilaciones, viudedad o discapacidad. Según Alexis Tsipras, ha aceptado medidas que no son necesarias («Hemos luchado por la implementación de un acuerdo sostenible. Existen medidas para el periodo posterior al programa de rescate que ni son necesarias ni las hubiéramos adoptado») y se comprometió a tomar medidas para paliar sus efectos.
Este abanico de medidas contrarias al programa de Syriza, que proyectan la necesidad de acometerlos para conseguir a corto plazo una quita de la deuda pública, el 180% del PIB griego, se plasma directamente en sus estimaciones electorales y en la movilización en la calle de una parte de su base electoral. En año y medio, Syriza ha perdido 18.5 puntos en intención de voto, con varios sondeos que le sitúan por debajo del 19.1% de media que se extrae de los estudios publicados durante el mes de marzo, y pierde un punto respecto a hace un mes.
El principal rival político, Nueva Democracia, se dispara en intención de voto hasta un 36.1% de media, +8 puntos respecto a su resultado de septiembre de 2015 e incluso mejora los resultados de las elecciones de junio de 2012 (tras las cuales gobernó Antonis Samarás con el PASOK y Dimas, una formación que ya ni aparece en los estudios). Pierde medio punto respecto a las estimaciones del mes de febrero, aunque varios sondeos le sitúan por encima del 37% de intención de voto.
Por lo tanto, parece que se consolida cierta recuperación del sistema de partidos que rigió en Grecia hasta 2012, con al menos un gran partido con una intención de voto superior al 30%. Ocurrió en los comicios de 2015 y, parece, volverá a ocurrir en el futuro próximo, sobre todo si Syriza sigue en caída libre.
A continuación, ya tenemos el rosario habitual de formaciones políticas con una representación inferior al 10%. Es el caso de Amanecer Dorado, con un 7.8% de media (menos de un punto por encima de su representación actual y -0.9 respecto a los datos de hace un mes), el PASOK, que suma medio punto a su resultado de 2015 con un 6.9% de media (-2 puntos respecto al mes anterior), y el KKE, que pasaría del 5.55% de los votos a una estimación del 7.9% (-0.4 puntos en comparación con los datos del mes de febrero pero +1.5 puntos que puede deberse, por supuesto, a la fuga de votos que registra Syriza desde hace meses).
Existe un tercer grupo: El de formaciones políticas que estarían luchando por lograr el 3% necesario para obtener representación en el Parlamento heleno. Así, To Potami, que aspiraba a convertirse en un partido de referencia, se mueve en torno al 1.8% de los votos mientras que Anel, el socio de Gobierno de Alexis Tsipras, estaría en el 2.4% ( si bien hay que tener en cuenta que este partido suele registrar un importante voto oculto que marca la diferencia entre estar o no en el Parlamento).
El EK bordea el 2.9% de media y, ya a la izquierda, encontramos a LAE (1.6% de media) y Course of Freedom, con un 2.5% de media. Ambos son escisiones de Syriza, lo que da pistas también sobre el destino de una parte de los votos que ha abandonado a la formación de Tsipras.
CODA. Tsipras no consigue revertir la caída de su imagen dentro del país pero tampoco fuera. Además de las dudas que las autoridades europeas manifiestan siempre sobre los compromisos de los dirigentes griegos, en especial del actual primer ministro, la proyección internacional de Tsipras tampoco mejora entre los críticos con la última reacción de EEUU hacia Siria.
Por sorpresa, Donald Trump ordenó el bombardeo de una base aérea del Gobierno en respuesta al ataque químico que habría acabado con la vida de 58 personas, entre ellos 11 niños, y que Washington atribuye sin pruebas al régimen de Assad. Tsipras respaldó esta actuación de EEUU, de la que fueron informados sólo algunos países, entre ellos Rusia, y lo calificó de «comprensible».
Está por ver la posición griega si cobra cuerpo la posición, defendida por el G-7, de que Assad ya no sea pieza clave en el futuro de Siria, un argumento que se parece al que se esgrimió en el verano de 2013 y que hace pensar en una operación para apartarle del poder por la fuerza a pesar de que Trump descartó la posibilidad de una invasión terrestre.