Relación PSOE/PSC: ¿A quién beneficia?

Estos días, y a raíz de la escenificación de las tormentosas relaciones que el PSOE y el PSC viven a propósito del debate abierto en Cataluña sobre el derecho a decidir, se han podido escuchar reflexiones de partidarios de mantener el pacto firmado entre PSOE y PSC en 1978 y que significó, entre otras cosas, que el PSOE renunciara a presentar en Cataluña un partido político de su cuerda y apostara por el PSC como su marca política en esta CCAA, y los que defienden que el PSOE acabe con el cordón umbilical con el PSC que incluye, entre otros puntos, que los socialistas catalanes formen parte del Grupo Parlamentario Socialista en el Congreso de los Diputados, asumiendo así la dirección de los socialistas de Ferraz en su acción parlamentaria en la Cámara Baja.

Entre ambas posturas, como casi siempre, hay que tener en cuenta el cálculo electoral y el origen de los votos que reciben ambas formaciones en las citas electorales en las que concurren. ¿La ruptura de relaciones entre ambos partidos -que las respectivas direcciones no barajan a día de hoy- beneficia al PSOE o al PSC? En este debate se ha comenzado a hablar de quién debe qué a quién, si las señas de identidad que el PSC despliega en citas autonómicas aporta al PSOE más votos o si ocurre al contrario. Por ese motivo, nada mejor que acudir a los datos registrados durante las eleccouines autonómicas y generales desde el año 1979 y confirmar [datos del histórico electoral extraídos de La Vanguardia: http://cort.as/3bNj

CapturaCataluña

Aunque la ciudadanía vota de forma distinta en elecciones autonómicas y en generales, un repaso por los datos confirman que, al parecer, el PSOE sale mejor parado, en términos generales, siendo la primera fuerza política; el PSC, en cambio, siempre ocupa la segunda plaza, por detrás de CiU (salvo en los comicios de 2012, que cayó al tercer lugar, adelantado por ERC).

Hasta ese momento, y obviando la travesía del desierto que inició el PSOE tras la derrota de 1996, el PSOE ha sacado más de 11 puntos porcentuales que el PSC en sus citas electorales, con hitos como el de 1982 -cuando el PSOE sacó 23 puntos más que el PSC en 1980-, en 1986 -cuando sacó +15.6%-, en 2008 -cuando Zapatero como cabeza de lista consiguió resultados espectaculares en Cataluña, superando en 18.5 puntos el resultado que obtuvo Maragall en 2006- o en 2012, cuando el PSC se despeñó con un 14.4% de representación (frente al 26.6% que el PSOE de Rubalcaba obtuvo en Cataluña en noviembre de 2011).

Con los datos sobre la mesa, que confirmaría que una ruptura de relaciones perjudicaría más, a priori, al PSC, la duda que está en el aire es si es posible superar el desafío que para la dirección socialista supuso que los diputados del PSC -excepto Carme Chacón- rompiera la disciplina de voto fijada por Ferraz en torno a la resolución sobre la consulta a los catalanes sobre su encaje en el Estado español y votara sí junto a ICV, CiU y ERC y que incide en la idea de que la manifestación del 11 de septiembre de 2012 supone un antes y un después en relación a las dinámicas internas de Cataluña pero también en relación a cómo los distintos actores se relacionan con sus homólogos de Madrid.

La manifestación con motivo de la Diada se interpretó como un reflejo del malestar de una buena parte de la ciudadanía catalana con el encaje institucional de esta CCAA en la estructura estatal español. Sabemos cuál fue la historia: la mayoría de la sociedad se echó a la calle y, aunque hubo reivindicaciones de todo tipo, el grito más coreado fue la petición de una consulta en la que los catalanes pudieran votar si querían seguir, de la manera actual, perteneciendo a España. El sustrato, de fondo, tiene que ver con la consideración que de Cataluña se tiene en Madrid, sobre el sistema de financiación, a propósito del Estatut de Cataluña enmendado por el TC y, sobre todo, la importancia numérica de una buena parte de catalanes que considera que a Cataluña le iría mejor sin formar parte de España, grupo del que forman parte las generaciones más jóvenes.

La multitudinaria manifestación de la Diada provocó que CiU diera su triple salto mortal y se abrazara al independentismo, adelantando, de paso la convocatoria de elecciones autonómicas como paso previo hacia la celebración de la consulta soberanista. Ya sabemos lo que ocurrió: CIU se estrelló y se vio obligada a pactar con ERC, que irrumpió como segunda fuerza parlamentaria. Entre los vencedores también se situó ICV y apareció otra fuerza en el Parlament: CUP, también defensores de la independencia de Cataluña. Enfrente se quedaba PP y, sobre todo, C’s, y el PSC, que, como viene ocurriendo desde el 11-S, se quedó en tierra de nadie, confirmando, de paso, la pugna entre las dos almas que alberga en su interior: la catalanista y la socialdemócrata.

Esta actitud, y su defensa del federalismo como solución para salvar el malestar catalán, posiblemente sea la causa de su desgaste electoral, rémora que le persigue de acuerdo a los sondeos sobre intención de voto conocidos. En buena media, éste seguramente fue el análisis que se realizó para decidir apoyar o no la resolución que pedía diálogo entre Cataluña y el Gobierno de España para llevar a cabo en Cataluá una consulta que refleje lo que opinan los catalanes sobre la posibilidad de independencia, resolución echada por tierra gracias a la apisonadora parlamentaria del PP, que esta vez tuvo el apoyo del PSOE y de UPyD.

El apoyo del Grupo Socialista fue lo que provocó el cisma, ya que los diputados elegidos por el PSC anunciaron que votarían a favor. Finalmente, eso fue lo que ocurrió, con una Carme Chacón que, quizás pensando en sus posibilidades de liderar del PSOE a nivel nacional en el futuro, decidió no votar con sus compañeros del PSC pero tampoco con el voto del Grupo Socialista. Da igual; los 14 diputados serán sancionados con 600 euros  por romper la disciplina de voto, tanto por acción como por omisión, como en el caso de Chacón, a la que Pere Navarro, de paso, le dirigió un mensaje nada sutil: si no se acepta el programa electoral del PSC, no se puede ir como candidato por estas siglas.

A partir de ese momento, se ha comenzado a hablar de las relaciones entre ambos partidos tras años de escuchar que el PSC quería grupo propio en el Congreso y ante la petición de destacados dirigentes del PSOE que proponen romper relaciones y presentar un partido con la marca PSOE en Cataluña. Suponemos que en los asuntos a analizar se encuentran asuntos como:

  • El ascenso de ERC, una formación de izquierdas y abiertamente independentista; el electorado parece preferir el original en la vía ideológica y territorial, como también puede certificar CiU, en permanente caída por la extrañeza de una parte de su electorado por la decisión de Artur Mas de liderar el proceso de independencia en Cataluña
  • La dispersión del voto que ponía el acento en el eje socialista, dispersión del voto en las autonómicas y que propició que el voto ideológico llegara a ERC y a ICV, mientras que el voto más españolista se dirigió a PP y, sobre todo,  C’s.
  • La evidencia de que el PSC sube en Cataluña cuando al PSOE le van las cosas bien en el conjunto de España, como confirman los resultados que la formación obtuvo en los años 80 y que, salvo en el paréntisis de finales de los años 90, se volvió a producir. Es cierto que los buenos resultados de Maragall tuvieron que ver en buena medida con el desgaste de CiU y la marcha de Jordi Pujol, aunque, el resultado que la marca PSC obtuvo en las generales bajo el liderazgo de Zapatero confirman, y mucho, el empuje de este candidato en Ferraz.

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Politóloga y periodista en transición
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