Iglesias hace méritos como líder de la oposición en el Congreso

La tercera moción de censura presentada contra un Gobierno desde la restauración democrática acabó como se esperaba: 170 diputados (los del PP y C’s) votaron en contra de la iniciativa de Unidos Podemos, que, como se había avanzado, sólo contó con el apoyo de su grupo y de los diputados de ERC y EH-Bildu (82 síes). Los 97 votos restantes, correspondientes a los escaños de PSOE, PNV y PdeCat, computaron como abstención tras un debate en el que se confirmó que la iniciativa de la formación de Pablo Iglesias puede acabar teniendo unos resultados más parecidos a los de la moción de censura fracasada del PSOE contra Adolfo Suárez que la que Alianza Popular presentó contra Felipe González en 1987.

En un contexto de crisis económica y política, con la UCD desintegrada por completo, el PSOE presentó su moción de censura en 1980 contra el Gobierno de Adolfo Suárez con un objetivo claro: Aparecer como la alternativa política más inmediata a pesar de perder la votación. En octubre de 1982, las urnas arrojaron una mayoría absoluta incontestable para el PSOE, una circunstancia de la que Alianza Popular tomó nota para emular la estrategia en 1987. Entonces, Hernández Mancha defendió la necesidad de una moción de censura contra el PSOE en su segunda legislatura. Dos años después, Alianza Popular volvía a perder unas elecciones generales por goleada y Manuel Fraga tuvo que volver a capitanear el proyecto, al menos hasta que cedió el testigo a José María Aznar.

La tercera moción de censura presentada desde la restauración democrática reunía novedades respecto a las demás: Por primera vez, no era el principal partido de la oposición el que la presentaba y, también por primera vez, los números permitían censurar al Gobierno. De ahí el principal fallo que señalamos en su momento, es decir, la prisa de Unidos Podemos por presentar una iniciativa en pleno proceso de primarias del PSOE que parecía un mensaje más dirigido a los socialistas que a poner en evidencia al PP.

Hasta que llegó el día del debate y todas estas prevenciones quedaron matizadas. Unidos Podemos se tomó en serio su función de Pepito Grillo de la situación del país y sale vivo de una estrategia arriesgada que le permite reconectar con su base electoral en un momento de caída generalizada en los sondeos sobre intención de voto. También, y no menos importante, el protagonismo le permitió poder cortejar al electorado socialista, que comparte gran parte del diagnóstico que se escuchó durante un día y medio en la Carrera de San Jerónimo, tal y como se lleva reconociendo días.

Como se apuntaba tras la crisis interna socialista, el Congreso fue el escenario de una dialéctica entre el PP y Unidos Podemos, convertido en el principal partido de la oposición durante unas horas gracias a un discurso basado en la denuncia de una situación reconocible para cualquiera que siga la actualidad. Queda por saber, eso sí, si ese retrato sigue minando las aspiraciones del PP en unas hipotéticas elecciones (los sondeos, por el momento, apuntan a que sí).

Viñeta de Ricardo publicada en elmundo.es

El debate permitió contrastar dos modelos y dio cancha para que Rajoy también se dirigiera a los suyos poniendo el énfasis en los marcos habituales: La corrupción no es sistémica, el PP no es un partido corrupto y está tomando medidas contra las manzanas podridas que se aprovechan de las siglas para delinquir. Y eso lo hace en un contexto de recuperación económica que permite el mayor crecimiento económico de la Eurozona, por lo que el retrato que realiza del país Unidos Podemos no es cierto ni justo. Como es habitual, apenas hubo guiños hacia los que peor lo están pasando, ni hacia la devaluación interna consecuencia de la crisis, con un empobrecimiento generalizado de las clases medias.

La moción también sirvió para que C’s confirmara el papel que decidió jugar con el apoyo a Rajoy el pasado mes de octubre, que se mantiene hasta la actualidad, y, con un PSOE en transición y con su líder fuera del Congreso de los Diputados, quedó más evidencia que Ferraz lo tendrá muy complicado para tomar la iniciativa si los focos siguen concentrados en el funcionamiento diario de las Cortes Generales. Ironías de la vida: Puede que la dimisión de Sánchez, en su momento, le permitiera enarbolar un aire de coherencia sobre el que cimentó su perfil de renacido político. Sin embargo, aquella decisión puede volvérsele en contra, sobre todo si nos aventuramos a una legislatura larga.

Montero e Iglesias hacen los deberes

La portavoz parlamentaria de UP abrió el debate con un discurso de dos horas centrado casi en exclusiva en la corrupción. Por si queda alguna duda de cuál es la principal vía de agua de los populares en estos momentos, Irene Montero golpéo con saña al partido en el Gobierno por la ristra de casos de corrupción política que atesoran Madrid y la Comunidad Valenciana, y que constituye otro  síntoma  de cómo se articula la vida política para buena parte de nuestros representantes desde la capital.

El éxito de Montero, además de aguantar un discurso de más de dos horas, fue inmediatamente reconocido por Mariano Rajoy, que subió a la tribuna a dar la réplica. Quedaba claro , por lo tanto, que el intento de ningunear la moción de censura, como el jueves pasado hizo Cristina Cifuentes con Podemos en la Asamblea de Madrid, quedaba invalidado por la importancia que el propio Rajoy daba al evento.

Es decir, con su gesto, el presidente del Gobierno reconocía a Unidos Podemos como una adversario político de nivel con la que confrontar políticamente, aunque sólo fuera para soltar su habitual argumentario sobre la buena salud de la economía española y el retrato negro del «cuanto peor, mejor» que realiza Unidos Podemos por conveniencia política.

La respuesta a Rajoy, que realizó una intervención al más puro estilo mariano, llegó después de la mano de Pablo Iglesias, que insistió en el discurso de Montero anterior con propuestas para combatir la corrupción o para garantizar un crecimiento económico con menos desigualdad. En un tono más contenido de lo que nos tiene acostumbrados, el líder de Podemos ganó solvencia, al menos entre los suyos, y evitó confrontar con formaciones que serán necesarias para sumar si se plantea una moción de censura en el futuro. Hasta que llegó el turno de Ana Oramas, de CC, con la que perdió los papeles.

La intervención de Iglesias se prolongó durante dos horas y media y también fue respondida por Rajoy, que confirmó que se tomaba muy en serio lo que estaba ocurriendo en el Congreso de los Diputados, en buena medida por conveniencia política. Como mensaje al exterior, quedó clara la evidencia: Al filo de las 17 horas, todo el debate había girado en torno a Rajoy, Montero e Iglesias, convertidos en los únicos protagonistas informativos del día. Sería así a pesar de las intervenciones de los portavoces del resto de partidos y se prolongaría hasta este miércoles, con el enfrentamiento casi personal de Iglesias con Albert Rivera, al que trató como un vendedor en un sitio equivocado.

Ahí apareció el Iglesias prepotente y arrogante que hace las delicias de sus seguidores pero que no permite ganar ni un solo voto más ni entre el electorado escorado a la abstención o cabreado con su formación de referencia. Tampoco mejora las relaciones con el resto de partidos políticos, a los que UP necesitará en el caso de presentar una hipotética nueva moción de censura en los próximos periodos de sesiones.

El inicio de una buena relación con el PSOE

Quedaba la duda de lo que pasaría con el PSOE y pronto se despejó la duda:  Iglesias exhibió un tono menos bronco con el nuevo portavoz parlamentario socialista, evidente si se compara con el que recibió Antonio Hernando en el debate de investidura de Mariano Rajoy como presidente del Gobierno. La imagen de ambos dándose la mano, buscada por el propio líder de Podemos, inaugura un periodo de diálogo que podría hacer realidad el deseo de Iglesias de echar al PP antes de Navidad: «Entre votos a favor y abstención hay mayoría suficiente para echar al PP. Creo que hemos tendido puentes para echar al PP. Ojalá antes de Navidad podemos echar al PP. Y vamos a trabajar en esa dirección».

José Luis Ábalos trasladó que el PSOE está dispuesto a «construir mayorías alternativas» con Unidos Podemos para «desmontar políticas injustas», mensaje que llegó tras acusar a la formación morada de fortalecer a Rajoy («Usted con esta moción va a fortalecer al que quiere censurar y no es verdad que nos estemos jugando que se vaya o no el señor Rajoy, no es verdad»), por lo que justificó la abstención de su grupo: «Abstenerse a veces no es tan grave».

Si tenemos en cuenta la crisis interna por la abstención del pasado mes de noviembre y que Pedro Sánchez, hasta ahora, no ha pedido la dimisión del presidente del Gobierno, como prometió en campaña, hay que tomar con pinzas estas afirmaciones que hacen presagiar una legislatura larga o, al menos, todo lo larga que quiera el acuerdo entre PP y C’s y otras formaciones periféricas, como ha ocurrido con la negociación de los PGE.

La votación de la moción de censura nos retrotrae a momentos que vivimos en el pasado, tanto en la legislatura fallida resultado de las elecciones de 2015, como los momentos que vivimos hasta la abstención del PSOE en la investidura de Rajoy. La moción se rechazó con los 170 votos de PP y C’s a los que UP enfrentaría los 82 que votaron a favor y, sobre todo, los 97 que se abstuvieron. Entre todos suman 179 escaños y tumbarían el Gobierno.

Falta por ver si hay voluntad de variar estas abstenciones a votos a favor de un proyecto liderado por Pedro Sánchez y apoyado por Unidos Podemos en una simulación del acuerdo parlamentario portugués. No parece, por el momento, que haya una mayoría alternativa a la que atesora el PP a pesar del intento de Pedro Sánchez de fijar posición desde las páginas de El Mundo con un artículo en el que confirmó que su partido buscará alianzas para echar al PP del Gobierno «cuanto antes».

La respuesta de C’s, este jueves, no pudo ser más clara: «Al PP hay que ganarle en las urnas, en vez de sumar un batiburrillo de partidos». Albert Rivera, demás, puso el acento en la difícil relacíón con el Podemos de Pablo Iglesias, de manera que a Sánchez sólo le queda cortejar a las formaciones nacionalistas para conseguir su objetivo de llegar a La Moncloa.

CODA. Mención aparte merece Rafael Hernando, portavoz parlamentario del PP, que en el cierre del debate protagonizó una intervención dirigida, sobre todo, a minar a Irene Montero. Hernando, en su estilo habitual, habló directamente de la relación de pareja que mantiene con Iglesias, un argumentario que exhibieron distintas diputadas del PP en sus cuentas de Twitter y que borraron ante la crítica generalizada por las acusaciones sexistas contra Montero.

Acerca de llegalaultima

Politóloga y periodista en transición
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2 respuestas a Iglesias hace méritos como líder de la oposición en el Congreso

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