#7DElDebateDecisivo que perdió Sánchez

Podemos fijar en el debate a cuatro organizado por Atresmedia el momento en el que la campaña de Pedro Sánchez comenzó a naufragar. Ante 9.2 millones de personas, el 48.2% de la audiencia, el cabeza de lista del PSOE escenificó las dificultades que tiene su partido en esta larguísima campaña electoral. Fue arrinconado por el líder de Podemos, Pablo Iglesias, y por el de C’s, Albert Rivera, más interesado en disputar al PSOE la segunda plaza que en convertirse en un alternativa de Gobierno al PP.

La consecuencia directa es clara: Haga lo que haga el PSOE, es atacado por un lado u otro, bien por escorarse a la izquierda, bien por hacerlo a la derecha, bien por no hacer absolutamente nada y ser parte del problema del país. Si a eso se le añade un liderazgo débil, poco ideologizado y más preocupado en convertirse en un producto de marketing electoral que en construir su liderazgo, ya tenemos la combinación perfecta que explica por qué se empieza a hablar del PSOE como cuarto partido del país tras el 20D.

Tras semanas de preparación y de autobombo, Vicente Vallés y Ana Pastor moderaron un debate en el que los candidatos lanzaron sus mensajes de campaña, discutieron entre sí y se defendieron de la mejor manera posible. En este combate, Sánchez volvió a defender los logros alcanzados por los gobiernos del PSOE y trató de desplegar todo el arsenal para ser entendido como un partido de futuro. Sin mucho éxito.

Pablo Iglesias le arrinconó recordando las habituales promesas que el PSOE realiza en la oposición -y de las que suele olvidarse cuando llega al Gobierno- y le enmarcó como responsable, junto con el PP, de la desafección política que cristalizó durante el 15M. El líder de Podemos recordó el paso de figuras clave del PSOE por la empresa privada, una herida que todavía supura, sobre todo si se repiten actos como el de la ex ministra de Ciencia e Innovación, la independiente Cristina Garmendia, que este mismo lunes acompaña a Albert Rivera en el acto en el que el líder de C’s presenta su programa en I+D+i.

Frente a los ataques, Sánchez intentó defender postulados de la socialdemocracia y cayó en el error del «y tú más» de Albert Rivera cuando el líder de C’s recordó la tasa de paro que dejaron los gobiernos del PSOE y del PP. Y cometió un error de novato: Reírse ante los ataques del contrario y posar para la cámara, como si quisiera demostrar que es cierta la acusación de que quiere ser presidente del Gobierno por guapo.

Soraya Saénz de Santamaría, que iba en sustitución de Mariano Rajoy, desplegó su papel de vicepresidenta del Gobierno, desplegando un toque burócrata y muy poco político. Es decir, Santamaría no arrasó ni puso contra las cuerdas el liderazgo de Mariano Rajoy, por lo que el presidente del Gobierno pudo sumare el minipunto correspondiente a su liderazgo interno enel partido.

No fue un gran debate. Tampoco fue uno de los peores. Sí tuvimos tiempo de volver a recordar las propuestas que cada partido lleva defendiendo desde hace meses: La figura del contrato único (C’s); reforma fiscal progresiva (Podemos y, en cierta medida, PSOE) frente a la rebaja de impuestos (con matices, PP y  C’s); creación de empleo como parte de la recuperación económica (PP); incentivos a la maternidad (C’s); justificación de los recortes por la herencia recibida (PP); acusaciones sobre las amnistías fiscales de PSOE y PP (con acusación de que Podemos apoyó que Tsipras, en Grecia, hiciera lo propio); exigir a la UE una moderación en el cumplimiento del pacto de estabilidad en relación con el déficit; pinchar la «burbuja política» (expresión que usó frecuentemente Rivera y, algo menos, Iglesias); promover por un pacto por la educación; adoptar medidas para defender las pensiones (con un impuesto específico que lanzó Sánchez); medidas para luchar contra la corrupción (asunto en el que Santamaría se vio desbordada por los tres contrincantes); medidas para la regeneración democrática (aspectos en los que resultan más creíbles las propuestas de Podemos y C’s); que gobierne la lista más votada (PP); y las posiciones habituales respecto a Cataluña.

Tono excesivamente sobrio, tics y risas forzadas

La promoción que del debate realizó Atresmedia se notó en el despliegue del evento. Formalmente, cabe destacar la excelente iluminación y el tono del plató, una claridad que rebajaron los protagonistas en su vestimenta. Todos vistieron con tonos oscuros y sólo destacaron las notas de color de las corbatas de Sánchez y Rivera y del carmín de Sáenz de Santamaría:

CapturaDebate

Rivera fue el único que se enfundó un traje tradicional, que le quedaba más estrecho de lo habitual. También fue el candidato que más nervios mostró durante todo el debate: No dejó de moverse, sus manos parecían tener vida propia y, en sus alocuciones, se mostró más acelerado de lo habitual. Sí dominó la imagen al dirigirse directamente a sus contrincantes.

La número 2 del PP por Madrid evidenció que no estaba cómoda. Lo demostró durante todo el debate, con su incapacidad para cortar las intervenciones del resto (mención especial su grito «Paga Monedero» cuando Iglesias le reprochó la corrupción en el partido por el caso Bárcenas). Santamaría vestía pantalones ajustados y una camisa/chaqueta excesivamente amplia y oscura. A pesar de estar muy bien maquillada y peinada, rezumaba un conservadurismo excesivo para lo que nos tiene acostumbrados. No aprovechó su lenguaje corporal y apareció muy rígida en todo momento. Sí resultó efectiva en cuanto al discurso que quería remarcar: Recuperación económica y el PP como la única opción posible frente a un pacto de perdedores.

Pedro Sánchez vistió chaqueta azul y corbata roja sobre unos pantalones informales (quizás hubiera sido más efectivo unos vaqueros o unos pantalones tipo chino, como los que llevaba, en otra tonalidad). Tampoco dejó de balancearse durante buena parte del debate y mostró dos actitudes: Buen despliegue cuando miraba a la cámara o respondía a sus adversarios; demasiada pose cuando la cámara le enfocaba en posición de escucha. Sus risas fuera de contexto para responder a los ataques evidenció uno de los problemas que tiene su liderazgo: Aunque sobre el papel es un candidato bueno (es guapo, tiene buena planta y no cae mal) no resulta creíble para el electorado.

Pablo Iglesias demostró que está muy curtido para hablar en público y debatir con contrincantes. Vistió pantalones vaqueros y una camisa en tono azul y gris, que fue evidenciando el sudor del candidato en las axilas según transcurrió el debate. Durante buena parte de sus intervenciones, usó un bolígrafo Bic en su mano derecha, quién sabe si como recuerdo de su pasado de profesor (algo que recordó cuando habló de la precariedad en el empleo). El líder de Podemos afrontó el debate con la confirmación de que su partido estaba mejorando en las encuestas y que esa mejora se hace a costa del PSOE, partido al que atacó todo lo que pudo (incluso cuando usó el pacto de C’s con el PSOE andaluz). No dejó de sonreír excepto cuando reprochó al PP y PSOE su trayectoria como parte del establishment (sin mencionar la expresión).

Iglesias y su minuto de gloria 

El líder de Podemos fue el último en cerrar el debate y dedicó menos de un minuto a activar el recuerdo de lo que ha motivado su salto de la universidad a la política profesional. Describió la España del pasado y, ante el futuro, demandó el voto al tiempo que instaba a sonreír (entendemos que porque el mañana será mejor que el presente). Muy efectivo entre su base electoral y discurso interesante para los indecisos o votantes de otros partidos que parecen acudir a las urnas con la nariz tapada:

Durante su intervención, Sánchez pidió el voto el 20D para asegurar un gobierno del cambio (soslayando la posibilidad de un pacto con otras fuerzas que permita a Rajoy revalidar su presidencia) y tiró de socialdemocracia clásica a través del pacto intergeneracional. Fue una intervención convincente.

Santamaría, nerviosa, apeló a la España que se quiere y recordó los esfuerzos realizados durante la pasada legislatura. De paso, tiró del argumentario habitual del PP en torno a la unidad de España como parte del proyecto para asegurar la prosperidad del futuro. Sabía a quién se dirigía y fue efectivo para reafirmar a su base electoral. Sus mayores déficits: Seguramente no ganó votos en la masa de indecisos y no pudo concentrarse en mirar a una cámara (es decir, al espectador en su casa).

Rivera insistió en el carácter reformista (no rupturista) de su propuesta electoral: Una democracia que tiene problemas y que hay que reformar. Pidió el voto por los que lucharon por traer la democracia a España y por los que protagonizaron la Transición, a los que instó a protagonizar la «transición a una nueva era política».

Este lunes podremos ver el cara a cara entre Pedro Sánchez y Mariano Rajoy que organiza la Academia de Televisión. A este respecto, Rajoy, este fin de semana, calentó la cita durante su intervención en Qué tiempo tan feliz. Ante María Teresa Campos, justificó su ausencia en este debate a cuatro y aseguró que Sánchez, como líder del principal partido de la oposición, tampoco debería haber acudido por una cuestión de formas.

Acerca de llegalaultima

Politóloga y periodista en transición
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