Se despejaron todas las dudas. Este martes, la oposición de izquierdas portuguesa cumplió con los acuerdos alcanzados durante la última semana y votó en bloque a favor de la moción de rechazo del Gobierno conservador de Pedro Passos Coelho. La votación puso de manifiesto la disciplina interna del PS, sometido a presiones de ex dirigentes que apostaban por seguir con la tradición parlamentaria y facilitar el gobierno del partido que más votos obtuvo en las elecciones del pasado mes de octubre.

Con 123 votos a favor y 107 en contra, se escenificó una situación inédita en la Asamblea nacional lusa desde el fin de la dictadura militar: El frente común de la izquierda frente al gobierno sustentado por el partido más votado en las elecciones legislativas, aunque sin una mayoría clara que le permitiera afrontar la legislatura en calma.  A los 86 escaños del Partido Socialista (PS) se sumaron los 19 del Bloque de Izquierdas (19), los del Partido Comunista Portugués (PCP) y de Los Verdes (2).

La pelota, por lo tanto, vuelve al tejado del presidente de la República, Aníbal Cávaco Silva, cuyo cargo se decidirá en las elecciones presidenciales del próximo mes de enero y que ahora tiene ante sí diferentes opciones:

• Encargar la formación de gobierno al segundo partido más votado en las elecciones, el PS de Antonio Costa, que sí tiene los apoyos suficientes para superar el trámite parlamentario que más se parece a nuestra sesión de investidura.
• Mantener a Passos Coelho como primer ministro hasta la celebración de nuevas elecciones, algo que no ocurriría antes del próximo mes de junio.
• Encargar la formación del Gobieron a un grupo de tecnócratas o personas significadas del país. Ésta fue la fórmula que se empleó en la única ocasión que salió adelante una moción de rechazo en la Asamblea. Fue en 1978, cuando se votó el Ejecutivo de Alfredo Nobre da Costa, constituido tras la ruptura del acuerdo alcanzado tras las elecciones legislativas de 1976. El entonces jefe del Estado, el general António Ramalho Eanes, decidió sustituirlo por un Ejecutivo de «iniciativa presidencial», formado por independientes de diferentes tendencias políticas y encabezado por Nobre da Costa.

En el momento de elaboración de este post, Cávaco Silva había abierto nuevas consultas con los líderes de las formaciones parlamentarias y se manejaba como más probable la hipótesis de que encargara la formación del nuevo gobierno a António Costa. ¿El motivo? Respeto del procedimiento (al fin y al cabo la coalición de izquierdas alternativa tiene votos suficientes para superar la moción de rechazo) y el hecho de que el país no está en un momento de crisis institucional o política grave como en 1978, cuando sólo hacía cuatro años que había acabado la dictadura militar.

La votación parlamentaria fue seguida en la calle por miles de personas, que mostraron su apoyo a la coalición de izquierdas que, según Antonio Costa, representa «una voluntad de cambio» de cara a toda la legislatura. Durante su intervención, aseguró que ya «se puede pasar la página de la austeridad en la zona euro», una frase que debe haber hecho mover los cimientos de la Troika.

Por su parte, Passos Coelho apeló a los logros económicos conseguidos durante su mandato y aseguró: «La mayoría negativa que hoy derrumba al Gobierno está sometida a los compromisos del Parlamento; el que vote hoy la caída del Gobierno no tiene legitimidad para reclamar después patriotismo o europeísmo». Su socio, Pablo Portas, líder del CDS (partido que concurrió en las elecciones en coalición con Portugal à Frente), fue más allá y aseguró que Costa será un primer ministro ilegítimo y que el acuerdo alcanzado entre la izquierda es una «jerigonza, una borrachera de medidas para conciliar lo irreconciliable, pues ni siquiera fueron capaces de presentar en la cámara una única moción de censura».

Se avecinan tiempos interesantes para la política portuguesa.